Florito, mayoral, seleccionador nacional de toros, el alma de la plaza de Las Ventas

Florencio Fernández Castillo, de 65 años y originario de Talavera de la Reina (Toledo), anunció que el próximo 12 de octubre será su última tarde como mayoral de la Plaza de Las Ventas. El veterano, apodado “Florito” desde que el empresario Manuel Chopera le otorgó ese sobrenombre en 1986, ha decidido retirarse a la finca familiar donde cría los 60 bueyes que posee, con la intención de seguir entrenándolos y seguir colaborando con las distintas plazas en las que se presentan sus animales.

Conocido y respetado por su pericia, Florito se ha ganado la admiración de los ganaderos y de la comunidad taurina por la labor silenciosa pero fundamental que desempeña: es el responsable de los corrales y el cuidador de los toros desde que salen del camión de transporte hasta que aparecen en el ruedo. Vive dentro de la plaza y, desde una de sus habitaciones, tiene acceso directo a la zona donde descansan los animales que van a lidiarse. Según cuenta, los sonidos que percibe le permiten conocer el estado de ánimo y la convivencia entre los toros, y en muchas ocasiones ha tenido que mediar para calmar los ánimos de los nuevos inquilinos.

Un legado que se despide

Florito viaja prácticamente todo el año por las ganerías de España y Portugal para seleccionar toros y novillos que serán anunciados en la temporada de Las Ventas. Como veedor, elige y negocia la compra de los animales que integrarán las corridas y asegura que, a finales de diciembre, ya tiene identificados, señalados y negociados todos los ejemplares que se lidarán en la temporada siguiente.

Su trayectoria en Las Ventas comenzó en 1986, cuando Manuel Chopera lo contrató como mayoral. A los ocho días de nacido ya había conocido la plaza de toros de Talavera, donde su familia trabajaba como conserjes. A los 14 años debutó como mayoral en la plaza de Hellín y, tras intentar una breve carrera como torero, abandonó el toreo tras 49 novilladas por la falta de afición y se dedicó a lo que él define como su “verdadera vocación”.

En 2005, un miembro del equipo de José Antonio Chopera le ofreció el puesto de veedor, una propuesta que inicialmente rechazó por la dificultad del cargo. “Me dijo que yo era un cobarde, y esas palabras me llegaron al alma”, recuerda Florito, “porque nunca he sido un hombre de valor, pero sí de constancia”. Finalmente aceptó el reto y, desde entonces, ha sido el encargado de seleccionar los toros que se presentarán en la plaza.

Durante sus 39 años al servicio de Las Ventas, Florito ha vivido momentos decisivos, como el año 2006, cuando la plaza fue adjudicada a José Antonio Chopera a finales de diciembre y los mejores toros estaban ya vendidos. “Tuve que improvisar y crear un traje de novia con unas cortinas para que se pudiera celebrar San Isidro”, relata, una experiencia que le enseñó la importancia de planificar con antelación la reserva de animales para la temporada siguiente.

Su labor no está exenta de riesgos: los toros pueden enfermar, engordar o perder peso con la lluvia, y el veedor debe vigilar su evolución para asegurarse de que cumplan con los requisitos de peso y condición física en noviembre, momento crucial para que puedan participar en la feria de San Isidro.

En el aspecto personal, Florito está casado con una funcionaria del sector salud, con quien ha criado a dos hijos: una hija, veterinaria de 30 años, y un hijo, ingeniero aeroespacial de 28. La familia ha celebrado todos los sacramentos religiosos en la misma plaza que marcó la vida profesional de su padre.

Sin embargo, la última fase de su carrera se ve amenazada por un inesperado dilema familiar. El 10 de marzo, su hijo le comunicó su deseo de seguir sus pasos y convertirse en mayoral cuando su padre se retire. “Le dije que la profesión exige años y años de sacrificio, que nunca he tomado vacaciones con ustedes, y que la exigencia es enorme”, explica Florito, quien teme que su hijo sea juzgado por el apellido y no por su capacidad.

Florito también confirmó que la empresa le ha ofrecido permanecer en el puesto, pero que ha decidido marcharse debido a “las malas actitudes de algunos taurinos” y a la pérdida de respeto que percibe en el mundo del toro.

Con una voz casi inaudible pero cargada de experiencia, el mayoral se despide de Las Ventas sabiendo que su legado permanece en los corrales, en los toros que ha cuidado y en la historia que ha escrito dentro de una de las plazas más emblemáticas de España.

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