Tres planes baratos para volver a la rutina: una heladería libanesa con una misión, un tardeo muy madrileño y un matcha japonés
Septiembre vuelve a Madrid con el sonido del despertador, los correos pendientes y la sensación de que es el momento de organizarse. Al mismo tiempo, la ciudad se vacía ligeramente de turistas y los planes modestos, económicos y bien pensados recuperan protagonismo. Una merienda japonesa, una copa de vino en una barra o una cucharita de helado libanés pueden ser la forma más amable de retomar la rutina sin que el bolsillo sufra.
Sabores y rincones que marcan el regreso a la rutina
En el corazón de la capital, tres locales se han convertido en la respuesta a la necesidad de experiencias auténticas y asequibles. Cada uno aporta una propuesta diferente, pero los tres comparten la intención de ofrecer calidad, detalle y un toque de nostalgia que reconforta al volver al día a día.
Fré: una cuchara de Beirut en Malasaña
Fré, situado en la calle Arcipreste de Hita 14, abre sus puertas en un barrio saturado de helados industriales y fórmulas repetidas. Los fundadores, Jorge Ruiz y Laura Tejedor, llegaron desde el Líbano con la convicción de que Madrid merecía una opción “real, audaz y fresca”. El nombre, juego de la palabra francesa *frais* (fresco), también funciona como acrónimo: F de fresco, R de real y É de elevo.
En su menú aparecen sabores poco habituales, como ashta con agua de azahar, pistacho de Bronte, vainilla de Tahití y dulces de pastelería libanesa elaborados en el propio obrador. La filosofía es clara: “No a lo falso, nunca”. Con un ticket medio de 4 €, el local abre de 11:00 a 23:00 y, según los propietarios, ha recibido un entusiasmo notable en tan solo un mes de funcionamiento.
Josefita Bar: recuerdos de abuela en Valverde
Josefita Bar, en la calle Valverde 42, surge como un regreso a las raíces familiares. Su dueña, Sol Pérez, recuperó el local donde, años atrás, abrió por primera vez “La Gloria”. El nombre “Josefita” proviene del apodo que su abuela le ponía cuando era niña, y esa referencia a la familia se extiende a la decoración: tapices que evocan un salón familiar, paredes adornadas con vasos Duralex y un abecedario enmarcado que su abuela le regaló al cumplir los 18 años.
Inaugurado en septiembre de 2020, en plena pandemia, el bar se convirtió rápidamente en un punto de encuentro para el “tardeo” sin pretensiones. La carta se centra en vinos de pequeñas bodegas, charlas post‑película y picoteo casero, destacando un escabeche que remite a la cocina de la abuela. “Me encanta cuando alguien entra y dice: esto también estaba en casa de mi abuela”, comenta Pérez, subrayando la continuidad de la memoria familiar en un barrio que evoluciona.
Panda Patisserie: matcha y dulzura japonesa en Chamberí
Panda Patisserie, ubicada en la calle Viriato 31, es la primera pastelería japonesa de la capital, abierta desde 2015. Su fundador, Borja García, vivió en Japón y notó la ausencia de opciones como el matcha latte acompañado de dorayaki o mochi artesanal. Decidió crear un espacio donde el shokupan (pan de molde japonés) conviva con pancakes de soufflé, helado kakigori, cheesecakes de algodón y bizcochos con flor de cerezo, todo elaborado a mano cada día.
El equipo trabaja “de madrugada” para preparar todos los productos desde cero, evitando la “artesanal de mentira” que proliferan en el mercado. El público, inicialmente curioso, ahora es fiel, y muchas de sus recetas se han viralizado. La propuesta recomendada incluye un desayuno con shokupan, un paseo por la plaza de Olavide y, si el tiempo lo permite, una película en el barrio. En medio de la abundancia de cafés de especialidad, Panda Patisserie ofrece un matcha que transporta a los comensales a Japón sin salir de Madrid.
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