El lado oscuro del wrapped de Spotify: lo que oculta tu colorido resumen del año

Desde hace ya varios años, cada diciembre la plataforma de música en streaming Spotify vuelve a lanzar su famoso “Wrapped”, un compendio visual que muestra a cada usuario sus canciones, artistas y géneros más escuchados durante los últimos doce meses. Lo que comenzó como una simple estadística personalizada se ha convertido en un ritual colectivo que, con sus gráficos animados y colores llamativos, domina los feeds de redes sociales y genera una avalancha de publicaciones bajo el hashtag #SpotifyWrapped.
El fenómeno Wrapped y sus implicaciones
Más allá de la aparente celebración de la música personal, el informe anual de Spotify funciona como una herramienta de vigilancia y de auto‑disciplinamiento. Cada dato –desde los minutos escuchados hasta las listas de reproducción más largas– se recopila durante todo el año, se procesa mediante algoritmos y se presenta en un formato visual que invita a compartir y comparar. El resultado es una “cultura de la medición” en la que los usuarios delegan la memoria de su año musical a un panel de control corporativo, en lugar de recordarlo a través de conversaciones, conciertos o notas manuscritas.
Esta práctica también genera un fuerte efecto FOMO (miedo a quedarse fuera). La presión social para publicar los resultados lleva a millones de usuarios a generar publicidad gratuita para la empresa, mientras que los artistas ven incrementadas sus posiciones en los rankings, aunque estos éxitos a menudo no se traducen en una compensación justa frente a la precariedad del sector.
Spotify ha reforzado la narrativa de la “diversidad” en sus resúmenes, alegando que cada Wrapped es único. Sin embargo, su propio modelo algorítmico tiende a priorizar contenidos que generan mayor retención, favoreciendo la homogeneización y relegando a la música local o menos mainstream. Este sesgo se hace evidente cuando la plataforma sugiere una “edad musical” basada en la década que más predomina en el historial del usuario, una medida que, aunque curiosa, simplifica la complejidad de los gustos individuales.
El año pasado, Spotify se vio envuelta en una serie de polémicas que pusieron a prueba la resiliencia de su imagen de marca. Entre los escándalos más destacados se encuentran las inversiones del CEO en una empresa de armamento, la retirada de varios grupos de artistas de la plataforma, la proliferación de “artistas fake” creados mediante inteligencia artificial, y los fraudes de streams artificiales que inflan artificialmente las cifras de reproducción. Además, anuncios polémicos de agencias gubernamentales, como el ICE, aparecieron en listas de reproducción dirigidas a usuarios jóvenes, mientras que artistas consolidados como B Bunny seguían encabezando los rankings de escucha.
En medio de este contexto, la demanda interpuesta por el rapero Drake contra Spotify ha llamado la atención sobre la magnitud del problema de los streams “inauténticos”. El caso alega que la plataforma ha permitido la generación masiva de reproducciones falsas, lo que distorsiona las métricas de popularidad y perjudica tanto a artistas emergentes como a los derechos de los creadores.
Estas controversias revelan una doble cara del Wrapped: por un lado, un espectáculo visual que celebra la música y, por otro, una estrategia de retención y monetización que oculta la vigilancia constante y la manipulación algorítmica. La aparente euforia que acompaña al lanzamiento del resumen anual sirve, en muchos casos, para diluir la indignación política y los debates críticos que surgen en torno a la ética de los servicios de streaming.
Al final, el Wrapped no solo muestra quiénes hemos sido musicalmente durante el año, sino que también expone cuánto estamos dispuestos a ceder a los gigantes del streaming a cambio de una narrativa personalizada y compartible. La pregunta que queda abierta es si la industria musical y sus usuarios podrán equilibrar la celebración de la diversidad sonora con una mayor transparencia y equidad en la medición y compensación de la música que consumen.

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