La sorprendente prioridad que eclipsa a la Diada
El pasado jueves la manifestación del Día de la Independencia mostró en la calle el cambio de ciclo político que lleva viviendo Cataluña desde la crisis de 2017, y de forma especialmente notable en el último año, tras la pérdida del gobierno catalán por parte de los independentistas.
Organizada por entidades que en su momento fueron protagonistas de la agenda política catalana, como la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la concentración reunió a unas 28 000 personas en Barcelona. Se trata de una cifra muy inferior a los momentos álgidos del proceso independentista, cuando se congregaban multitudes mucho mayores.
Contexto político y social
Si bien la lluvia afectó la asistencia, resulta evidente que la agenda independentista, motor de la manifestación, ha quedado relegada a un segundo plano frente a las prioridades ciudadanas tras el fracaso de la declaración unilateral de independencia, el encarcelamiento o la fuga de los líderes del procés y la estabilización de la política catalana iniciada con los indultos y culminada con la reciente ley de amnistía.
El Día se ha beneficiado del nuevo clima político y el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha insistido en que Cataluña no puede permanecer al margen de la situación internacional y que debe apostar por mantenerse dentro del marco constitucional, avanzando en el autogobierno reconocido en la Constitución y en el Estatuto.
La experiencia ha demostrado que, a falta de avances reales en el autogobierno, la vía del diálogo vuelve a instalarse como la alternativa más viable. Ese diálogo debería traducirse en una actualización de la financiación autonómica para mejorar los servicios públicos, así como en la dotación de presupuestos que permitan responder a urgencias sociales similares a las del resto de España: listas de espera en la sanidad, falta de vivienda y una alarmante caída del nivel académico en las aulas.
Más allá de la normalización institucional, el Govern debe atender las necesidades de todos los catalanes, independientemente de su posición sobre la independencia. De no hacerlo, la antipolítica de la ultraderecha —tanto de Vox como de la Alianza Catalana— podría ganar terreno en el discurso público.
Durante la manifestación se observó, por otra parte, un preocupante aumento de la presencia del extremismo independentista en la calle, con su líder, Sílvia Orriols, recibiendo vítores de varios asistentes.
La decepción de los independentistas ante el fracaso del procés y la falta de expectativas de progreso económico y social entre amplias capas de la población deben ser abordadas por el Govern, idealmente en colaboración con un soberanismo hoy desunido, para evitar que el movimiento independentista resurja bajo la forma de extremismos similares a los que se expanden por toda Europa.
Deja una respuesta