Tailandia bombardea posiciones militares de Camboya y pone fin al acuerdo de paz promovido por Trump

Seis semanas después de que el expresidente estadounidense Donald Trump anunciara haber puesto fin a una guerra entre Tailandia y Camboya, los dos vecinos del sudeste asiático reanudaron este lunes los bombardeos, intercambiando acusaciones mutuas de violar el alto el fuego.

Las autoridades tailandesas confirmaron el lanzamiento de ataques aéreos con cazas F‑16 contra posiciones militares camboyanas a lo largo de la frontera común, argumentando que la operación se produjo tras la muerte de un soldado tailandés y ocho heridos en un enfrentamiento previo. Según los datos de diversas agencias, alrededor de 400 000 personas de ambos países han abandonado sus hogares o han sido trasladadas a zonas más seguras.
Versiones encontradas en la frontera
Bangkok sostiene que Camboya está rearmando la zona, reubicando unidades de combate y preparando elementos de apoyo que podrían ampliar sus operaciones militares en los tramos disputados. En un comunicado, la Fuerza Aérea tailandesa afirmó que estas acciones obligaron a emplear el “poder aéreo para disuadir y reducir las capacidades camboyanas”.
Por su parte, Camboya rechaza esa versión. El Ministerio de Defensa responsabiliza a Tailandia de la última escalada, alegando que se gestó “tras días de provocaciones” que quedaron sin respuesta. Además, indica que tres civiles camboyanos resultaron gravemente heridos y que varias aldeas cercanas a la frontera tuvieron que ser evacuadas.
La frontera entre ambos países ha sido foco de tensiones intermitentes durante décadas. A pesar de los lazos culturales y económicos, persisten disputas territoriales heredadas del periodo colonial; Camboya obtuvo su independencia de Francia en 1953 y nunca se logró una delimitación clara en algunos tramos, lo que ha desencadenado incidentes militares y diplomáticos. El último gran enfrentamiento antes de los actuales hechos se produjo en 2011, con 17 muertos y miles de desplazados.
El intercambio de fuego que rompió el alto el fuego comenzó el pasado domingo, aunque Tailandia y Camboya se acusan mutuamente de haber abierto fuego primero. Según Tailandia, el enfrentamiento duró unos veinte minutos; Camboya asegura que no respondió a los disparos tailandeses y que éstos cesaron tras quince minutos. El ex primer ministro camboyano Hun Sen, en un mensaje en Facebook, acusó a los militares tailandeses de provocar a Camboya y pidió “moderación”, señalando que “se ha fijado una línea roja para responder”.
Los bombardeos del lunes aumentaron la tensión humanitaria. Aproximadamente 385 000 civiles tailandeses fueron desplazados en cuatro provincias, mientras que 1 157 familias camboyanas fueron trasladadas a zonas más seguras.
El primer ministro tailandés, Anutin Charnvirakul, declaró en televisión que el gobierno llevará a cabo “todas las operaciones militares necesarias” para defender la soberanía y la seguridad pública, añadiendo que “Tailandia nunca ha sido el agresor, pero no tolerará una violación de su territorio”. En entrevistas posteriores, Anutin afirmó que las negociaciones ya no funcionaban porque “es demasiado tarde”, y recordó que Camboya debe cumplir las condiciones tailandesas para detener la lucha. Ante la pregunta sobre el acuerdo firmado en Malasia en octubre, el mandatario respondió que “ya no lo recuerdo”.
La reanudación de la violencia pone en evidencia la fragilidad del proceso de paz del que Trump se atribuye el mérito. Tras los enfrentamientos de julio, que se extendieron cinco días, dejaron al menos 48 muertos y 300 000 desplazados, el presidente estadounidense intervino presionando a ambas partes y amenazando con suspender negociaciones comerciales si no se alcanzaba una tregua. Esa mediación, junto a los esfuerzos de Malasia y China, permitió un alto el fuego inicial y, en octubre, Bangkok y Phnom Penh firmaron en Kuala Lumpur, durante la cumbre de la ASEAN, un acuerdo de paz “amplio” que incluía un mecanismo de supervisión internacional.
Sin embargo, el marco se desmoronó rápidamente. En noviembre, Tailandia anunció la suspensión de la implementación del acuerdo tras acusar a Camboya de colocar minas en zonas en disputa; una de esas minas, según Bangkok, amputó el pie a un soldado tailandés. Los días siguientes se caracterizaron por nuevas acusaciones de disparos y una escalada que reavivó la crisis.
El primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, pidió este lunes moderación a ambas partes, señalando que “nuestra región no puede permitirse que disputas locales se conviertan en nuevos ciclos de confrontación”. Por su parte, el gobierno japonés expresó “profunda preocupación” por los acontecimientos y solicitó “contención máxima” a Tailandia y Camboya.

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