Corea del Norte, la última etapa del adoctrinamiento ruso de niños ucranios

Yelizaveta, de 16 años, y Mijailo, de 12, nacieron en una Ucrania soberana —en Simferópol (Crimea) y en Makiivka (Donetsk), respectivamente—, pero llevan más de una década viviendo bajo la ocupación del ejército ruso. Este miércoles la abogada ucraniana y experta en derecho internacional, Katerina Rashevska, presentó sus fotografías ante el Senado de los Estados Unidos, denunciando el proceso de “rusificación” de niños ucranios que, según el Centro Regional de Derechos Humanos (CRDH) de Kiev, se lleva a cabo en 165 campos.

El caso de Yelizaveta y Mijailo: traslado a Corea del Norte

Los dos menores fueron enviados temporalmente por Moscú al campamento de Songdowon, en la costa del Mar del Japón, como parte de la campaña de “reeducación” infantil del Kremlin. Según el CRDH, Yelizaveta estuvo en Songdowon durante julio y agosto de 2024, a través del movimiento juvenil ruso “Movimiento de los Primeros”, heredero de los antiguos Jóvenes Pioneros soviéticos. En el campamento, la niña habría recibido una educación orientada a borrar su identidad ucraniana y sustituirla por una rusa.

Por su parte, Mijailo visitó Songdowon del 21 de julio al 1 de agosto del mismo año, también como miembro del “Movimiento de los Primeros”. El niño fue trasladado a Corea del Norte cuando aún era un bebé, poco después de que el ejército ruso ocupara su ciudad natal en la región del Donbás, impidiéndole desarrollar una identidad ucraniana propia.

El CRDH, que trasladó su sede de Crimea a Kiev tras la anexión rusa de la península, considera que estos casos no son simplemente “deportaciones ilegales”, sino la fase final de un proceso de “adoctrinamiento y militarización” que podría constituir un crimen de guerra y una violación de los derechos humanos.

El defensor del pueblo ucraniano, Dmitro Lubinets, acusó a Rusia de “secuestrar” a niños ucranios y enviarlos a Corea del Norte, reforzando la denuncia hecha por Rashevska ante la Cámara alta del Congreso estadounidense.

Según los registros de Kiev, Rusia ha forzado la transferencia de más de 19 500 niños ucranios, ya sea a territorio ruso o a zonas ocupadas en el este del país desde la invasión de febrero de 2022. La Universidad de Yale, que sigue de cerca el destino de estos menores, estima que la cifra podría superar los 35 000. Independientemente del número exacto, la magnitud del fenómeno supera con creces la cantidad de civiles ucranianos encarcelados en prisiones rusas o de militares capturados.

Hasta la fecha, solo 1 850 niños secuestrados han logrado regresar a Ucrania, entre ellos los últimos siete, cuya liberación se logró esta semana con la mediación de la ex primera dama de Estados Unidos, Melania Trump. Estas cifras contrastan con los más de 7 000 prisioneros de guerra canjeados entre Kiev y Moscú.

En la Asamblea General de la ONU, se aprobó este miércoles una resolución que exige a Rusia la devolución de todos los niños desplazados, una demanda que también ha sostenido el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en los diálogos de paz, hasta ahora infructuosos.

El CRDH ha identificado 165 centros de “reeducación” rusos distribuidos entre el territorio ucraniano ocupado, la propia Rusia, su aliado Bielorrusia y, ahora, Corea del Norte —país que en el último año ha enviado armas y personal militar a Moscú para apoyar la ofensiva contra Ucrania. Estas instalaciones forman una red de asimilación cultural que, en muchos casos, culmina con el cambio de nombres y apellidos, la expedición de documentos de identidad rusos y la nacionalización de los menores. Detrás de esta estructura se sitúa la Comisión Rusa para los Derechos del Niño, dirigida por María Lvova‑Belova, a quien el Tribunal Penal Internacional (TPI) ha emitido una orden de arresto por presuntos crímenes de guerra, al igual que al presidente Vladimir Putin.

El campamento de Songdowon, fundado en los años sesenta, se ha convertido en un centro de recreación para menores extranjeros, ubicado cerca del complejo portuario de Wonsan. En testimonios recogidos por la cadena CNN, jóvenes rusos que visitaron el lugar describieron actividades como la limpieza diaria de estatuas de la dinastía Kim y juegos de video en los que se simulaba el bombardeo de la Casa Blanca.

Rashevska relató ante el Senado que, en Songdowon, Yelizaveta y Mijailo aprendieron, entre otras cosas, a “destruir a militares japoneses” y se encontraban en contacto con veteranos norcoreanos que, en 1968, participaron en el abordaje del buque espía estadounidense Pueblo. “La militarización y la rusificación provocan un trauma severo y violan la dignidad de los niños”, declaró la abogada en Washington, añadiendo que “el objetivo final es que los ucranianos se maten entre sí”.

Según el informe del CRDH, los niños fueron enviados al campamento como recompensa por su “actitud proactiva”. La investigación menciona a otros menores provenientes de la provincia ocupada de Lugansk, aunque no se confirma si también fueron seleccionados para el programa en Corea del Norte. No existe evidencia de que los menores que viajaron hayan sido impedidos de regresar a sus hogares una vez concluida la estancia en Songdowon.

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