Domingo Navarro, memorable y añorado torero, unido al destino de Esplá, su amigo y maestro

El 13 de mayo de 2012 Domingo Navarro, subalterno de 53 años originario de Simat de la Valldigna (Valencia), colgó el traje de luces y se retiró definitivamente de los ruedos. Su decisión sorprendió al mundo taurino, pues en ese momento se encontraba en la cúspide de su carrera, disfrutaba del reconocimiento del público y contaba con la admiración de los matadores. Sin embargo, Navarro confesó que había perdido la ilusión y decidió abandonar la lidia para dedicarse a su propio negocio: una charcutería en la localidad valenciana de Tabernes, donde también gestiona un gastrobar y, en su tiempo libre, participa en rallys de coches antiguos al volante de un Citroën 2CV.

Desde entonces, el extorero ha encontrado en la charcutería y la hostelería una nueva forma de vida alejada de la presión del espectáculo, de la responsabilidad de las banderillas y de la constante vigilancia que exige estar siempre atento al toro y a los compañeros de la curilla.
Una carrera marcada por el legado de Luis Francisco Esplá
Domingo Navarro dejó una huella imborrable, sobre todo en la plaza de Las Ventas, donde participó en más de 100 corridas a lo largo de sus 22 años de trayectoria. Su vínculo más importante fue con el maestro alicantino Luis Francisco Esplá, bajo cuya tutela Navarro actuó como tercer torero durante una década. Cuando Esplá se retiró, también lo hizo Navarro, declarando que la pérdida de su mentor le había apagado la llama de la lidia.
«Mi mayor suerte fue conocer al maestro Esplá», recordó Navarro. «Aprendí mucho de él; su sabiduría y su amistad fueron un honor para mí. Me enseñó la correcta colocación en la plaza y el comportamiento del toro, y cuando él dejó de ser mi guía, sentí que mi llama se extinguía».
Durante su paso por la curilla de Esplá, Navarro disfrutó de los privilegios de participar en los carteles más importantes, recibiendo además un salario superior al de un tercer torero estándar, gracias al acuerdo que el maestro mantenía con sus banderilleros. También acompañó a Esplá en varios viajes a América, lo que consolidó su reputación en el ámbito internacional.
Cuando el maestro colgó el traje de luces en 2009, Navarro le manifestó su intención de seguir sus pasos. Esplá lo animó a permanecer un año más, pero en mayo de 2012 el torero dio su último paseíllo, convencido de que había llegado el momento de cerrar esa etapa.
«Nunca me he arrepentido», asegura Navarro. «Me marché en el momento justo. Aún hoy, después de tantos años, los aficionados me reconocen en la plaza y me dicen que me extrañan, y eso me llena de orgullo».
En cuanto a su relación con la plaza de Las Ventas, el torero confiesa: «A veces pienso que me conocen más en Madrid que en Valencia, que es mi tierra. En la capital toreé mucho; recuerdo que en la feria de San Isidro actué en 11 tardes con diferentes toreros. Allí sentí un reconocimiento y cariño que no he experimentado en ninguna otra plaza».
Respecto a la posibilidad de volver a los ruedos, Navarro responde: «Cuando has alcanzado el máximo, retroceder carece de sentido. No entreno físicamente ni asisto a torneos de salón; estaba convencido de que seguir entrenando podría tentarme a regresar».
Sin embargo, el 10 de septiembre de 2016 volvió a vestir la capa y espada en la plaza francesa de Arles, como homenaje a su maestro. Esplá, licenciado en Bellas Artes y pintor, decoró la plaza para una corrida goyesca y, tras la invitación del empresario y matador Juan Bautista, Navarro compartió el paseíllo con el diestro francés y el torero Morante. La preparación fue exhaustiva, y la actuación transcurrió sin incidentes, salvo una voltereta que el maestro esquivó sin mayores problemas.
Hoy, Domingo Navarro se declara feliz en su charcutería y gastrobar, y asegura que no echa de menos su paso por los ruedos, aunque conserva con orgullo los recuerdos de su carrera.
Su historia comienza el 14 de diciembre de 1972, sin vínculos familiares taurinos y sin una afición inicial por los toros. A los 17 años asistió, acompañado de sus padres, a una novillada en Requena donde toreaba Víctor Manuel Blázquez. Se integró en la peña de los hermanos Blázquez y, gracias al apoyo de Luis Blázquez, empezó a trabajar como banderillero. Ingresó en la escuela taurina de Valencia con el objetivo de profesionalizarse, sorprendido al director por su falta de experiencia previa.
El 26 de junio de 1990 realizó su primer paseíllo como subalterno en Requena, sin haber montado nunca una cabra. Tras una serie de apreturas y una experiencia difícil con un becerro, contempló abandonar la lidia, pero la insistencia de Luis Blázquez lo mantuvo en el camino. Con la ayuda de un amigo matador, aprendió la técnica de la puntilla y, poco a poco, dominó el arte de las banderillas. Su progreso lo llevó a formar parte de la curilla del matador Alberto Ramírez, donde permaneció tres años.
En el año 2000, Santiago López, apodado “El Fandi”, le ofreció unirse a la curilla del maestro alicantino Luis Francisco Esplá. Inicialmente, Navarro rechazó la propuesta por considerarse insuficientemente preparado, pero el consejo de su familia y amigos lo impulsó a aceptar, marcando el inicio de una década de éxitos bajo la tutela de Esplá.
Domingo Navarro continúa siendo recordado por los aficionados y por la comunidad taurina, no solo por su trayectoria en la arena, sino también por haber sabido reinventarse y encontrar la felicidad en una nueva vocación.

Deja una respuesta