¿La lectura está a punto de morir? Descúbrelo ahora
La forma de leer ha cambiado radicalmente en los últimos quince o veinte años. La industria editorial ha sido una de las más resistentes a la transformación digital, pero la creciente oferta de entretenimiento e información, junto con las innovaciones tecnológicas y la reciente irrupción de la inteligencia artificial, están provocando cambios profundos que alimentan un intenso debate, sobre todo en los medios anglosajones.
En España la discusión se centró en las polémicas declaraciones de la influencer María Pombo sobre los supuestos beneficios (o la falta de ellos) de la lectura. Sus palabras no han incrementado ni disminuido la cantidad de lectores, pero han generado una avalancha de columnas de opinión que exploran el estado actual de la lectura.
Datos estadísticos que revelan una caída sostenida
Los números confirman la percepción generalizada de un descenso en el hábito de leer por placer:
- Entre 2003 y 2023, la población estadounidense que lee por diversión ha disminuido un 40 %, según un estudio publicado en la revista científica iScience.
- El Fondo Nacional para las Artes de EE. UU. informó que la proporción de adultos que leían al menos un libro al año pasó del 55 % al 48 % en la última década.
- Entre los jóvenes de 13 años, la lectura por ocio cayó del 27 % al 14 % en el mismo periodo.
- En el Reino Unido, la National Literacy Trust señaló una caída del 26 % en el número de niños que leen en su tiempo libre desde 2005; la brecha es mayor entre los que reciben comidas escolares gratuitas (39,5 % frente a 43,8 %).
- En España, el barómetro de la Federación de Gremios de Editores muestra un leve aumento del 5,8 % en el número de lectores de ocio desde 2017.
Estas disparidades se amplían cuando se cruzan con variables como raza, nivel educativo e ingresos, evidenciando una brecha creciente en el acceso a la lectura.
Opiniones de expertos y reflexiones culturales
Joshua Rothman, en un ensayo reciente para The New Yorker, describe al smartphone como la “biblioteca de bolsillo” que permite llevar cientos de títulos a cualquier lugar. Sin embargo, para muchos lectores la misma tecnología representa una forma de ocio más atractiva y accesible que el libro impreso.
Jacob Savage, autor del artículo “The Vanishing White Male Writer”, señala la desaparición de escritores blancos nacidos después de 1984 de las páginas de The New Yorker y de los principales premios literarios estadounidenses, lo que él interpreta como el resultado de cambios en las modas literarias, la corrección de injusticias históricas y una mayor apertura a voces antes marginadas.
El bloguero Owen Yingling, por su parte, sostiene que el declive de la ficción literaria no se explica únicamente por la llegada de pantallas o por la cultura “woke”. Según él, la reducción de revistas literarias y de programas académicos, combinada con una menor demanda de novelas que apelen al lector medio, ha erosionado la capacidad del sector para producir escritores de gran repercusión comercial.
Tyler Cowen, economista, advierte que los autores ya deben escribir pensando en la inteligencia artificial: los lectores podrían no leer el texto completo, pero la IA los recuperará y los mantendrá accesibles en repositorios perpetuos.
El desafío de la inteligencia artificial
Los avances en IA también generan inquietud. Un informe del MIT advierte que, al igual que confiar en un GPS puede atrofiar nuestro sentido de la orientación, depender de la IA para redactar y razonar puede debilitar habilidades cognitivas esenciales.
El filósofo del lenguaje Wayne Ong, citando la supuesta “segunda oralidad” que acompañaría a la era de internet, plantea que la escritura, al liberar la memoria y posibilitar razonamientos complejos, podría verse amenazada por una cultura más oral y menos escrita.
Rothman añade que la práctica de “samplear” textos, antes vista como extraña, se ha convertido en una herramienta común, similar a lo que ocurre en la música. Este fenómeno plantea cuestiones de derechos de autor y redefine la relación entre autor, obra y lector.
Estrategias para fomentar la lectura
Frente a la competencia de pantallas, surgen distintas propuestas: clubes de lectura, teléfonos con funciones limitadas, dejar el dispositivo en otra habitación o incluso ocultarlo. Algunos lectores argumentan que, si en lugar de libros malos la gente consume series malas, el problema no es tan grave.
En definitiva, la lectura sigue vinculada a mejores resultados académicos y mayores ingresos, pero su futuro depende de cómo se equilibren las nuevas tecnologías, la diversidad de voces y las iniciativas que busquen reconectar a la gente con el placer de leer.
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