Las Poquianchis: las claves del caso real que inspira Las Muertas, la nueva serie de Netflix

Durante más de una década, las hermanas González Valenzuela, conocidas popularmente como “Las Poquianchis”, encabezaron una vasta red de prostitución forzada que violó los derechos de cerca de un centenar de mujeres en el Bajío mexicano. El caso reveló la profunda corrupción de autoridades locales que permitieron su impunidad durante años, generando una conmoción nacional que ha inspirado múltiples adaptaciones en cine, teatro y literatura.

Una de las versiones más destacadas es la obra de teatro *Las Muertas* de Jorge Ibargüengoitia, cuya reinterpretación para una serie de Netflix ha sido anunciada para 2025 por el director Luis Estra. La adaptación mantiene el tono irónico de la obra original, aunque transforma a las criminales en las hermanas Balro, reduciéndolas a dos personajes cuando en la realidad fueron cuatro.

Origen y ascenso de Las Poquianchis

Las cuatro hermanas —Delfina, María del Carmen, María Luisa y María de Jesús— nacieron en Jalisco en una familia marcada por la violencia de su padre, un ex‑policía del régimen porfirista conocido por su brutalidad y alcoholismo. Originalmente portaban el apellido Torres, pero lo cambiaron a González tras la acusación de asesinato contra su padre, lo que obligó a la familia a huir.

Tras la muerte de sus progenitores, heredaron una modesta herencia que utilizaron para abrir su primer burdel en El Salto. Ese establecimiento fue clausurado tras un tiroteo, pero les brindó la experiencia necesaria para, en 1954, montar una operación mucho más extensa que incluía locales en Lagos de Moreno (Jalisco), San Francisco del Rincón (Guanajuato) y León (Guanajuato).

Modo de operación de la red

Las Poquianchis reclutaban a niñas de entre 14 y 15 años en pueblos marginados del Bajío, prometiéndoles trabajos como empleadas domésticas o meseras. Una vez capturadas, eran sometidas a violencia verbal, física y sexual para romper su voluntad de escapar. El control se reforzaba mediante el chantaje de la vivienda, la ropa y la comida proporcionada, generando una deuda imposible de saldar.

El entramado contaba con la participación de exmilitares, conductores, capataces y, en ocasiones, mujeres que habían ganado la confianza de las hermanas para ejercer castigos sobre las recién llegadas. Las infracciones se castigaban con privación de alimentos, encierro prolongado y palizas severas.

Quienes mostraban signos de anemia, enfermedades o que simplemente “envejecían” para la clientela eran asesinadas. En los burdeles también se practicaban abortos clandestinos y, cuando un embarazo llegaba a término, se deshacían de los recién nacidos. Los lugares de las hermanas se convirtieron en cementerios improvisados; la prensa de la época informó el hallazgo de fosas con restos de mujeres y niños, evidencia de la magnitud de los crímenes.

Descubrimiento y caída

En enero de 1964, una mujer logró escapar de uno de los burdeles y denunció la situación a las autoridades. La policía, tras recibir el llamado, detuvo a Delfina y a María de Jesús. Al momento del allanamiento, se encontraron alrededor de una docena de mujeres cautivas, que intentaron linchar a las hermanas. María Luisa se entregó semanas después, mientras que María del Carmen había fallecido antes de ser capturada.

Se estima que el número de víctimas supera los 90 casos, aunque los expertos consideran que la cifra real podría ser mucho mayor. Delfina y María de Jesús fueron condenadas a 40 años de prisión; María Luisa recibió una sentencia de 27 años. Los cargos incluyeron homicidio calificado, secuestro, asociación delictiva, lenocinio, violación sexual, lesiones, corrupción de menores, amenazas, encubrimiento y violación de normas de inhumación. Los cómplices fueron sentenciados entre 6 y 35 años.

Corrupción y complicidad institucional

La impunidad que disfrutaron Las Poquianchis durante más de una década se debió, en gran parte, a la colusión con autoridades locales. La revista de nota roja *Alarma!* denunció en su portada la corrupción de funcionarios involucrados en el caso. Se documentó que un cacique jalisciense, así como el presidente municipal de El Salto y un aspirante a diputado federal, brindaron protección a las hermanas.

Aún se desconocen los nombres de los jefes policiales o políticos que facilitaron la expansión de sus actividades al estado de Guanajuato. Uno de sus contactos poderosos también les permitió operar sin levantar sospechas en el sistema financiero, a pesar de las cuantiosas sumas generadas por sus actividades delictivas.

La historia de Las Poquianchis, ahora reinterpretada en la nueva serie de Netflix, vuelve a poner en la agenda pública la necesidad de revisar la responsabilidad institucional y de garantizar justicia para las víctimas y sus familias, cuya dolorosa memoria sigue sin haber recibido el reconocimiento pleno que merecen.

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