La dura eutanasia de Ramón Bayés, el maestro de los cuidados paliativos
Tras meses de trámites y obstáculos burocráticos, el 7 de agosto se concretó la eutanasia de Ramón Bayés, catedrático de Psicología que dedicó su vida a estudiar y divulgar el alivio del sufrimiento al final de la existencia. Su amiga y colega Belén Molina le preguntó si el proceso había sido doloroso; tras una pausa y con la serenidad que siempre le caracterizó, su respuesta fue un rotundo “sí”.
Los últimos momentos de Bayés, uno de los referentes más respetados en cuidados paliativos, estuvieron marcados por una serie de dificultades evitables. A sus 94 años, el personal de enfermería no logró localizar una vena adecuada para la administración del fármaco hasta el sexto intento, lo que prolongó el sufrimiento antes de que finalmente se le administrara la dosis letal.
Los fallos del sistema y la experiencia de los allegados
El relato de sus seres más cercanos —su hija Mireia, la médica Laura Piñero y varios amigos profesionales, entre ellos Belén Molina— pone de relieve las deficiencias de la normativa de eutanasia, vigente en España desde 2021, que aún muestra “engranajes poco lubricados”. Un médico de familia, que prefirió permanecer en el anonimato, señaló: “Si alguien que dedicó su vida a evitar el sufrimiento tuvo tantos problemas, ¿cuántos más enfrentarán quienes no disponen de su conocimiento o de apoyo familiar?”
Ramón Bayés había decidido poner fin a su vida cuando la pérdida progresiva de sus sentidos —principalmente la vista y la audición— le había privado de sus pasiones: la lectura, la escritura, la correspondencia con miles de suscriptores y el cine, incluso con subtítulos ampliados. La reflexión sobre la eutanasia surgió hace dos o tres años, pero la decisión definitiva se tomó varios meses antes de su fallecimiento.
Según cuenta Laura Piñero, la falta de apoyo y la ausencia de una vía de acceso clara fueron obstáculos recurrentes. Cuando la familia solicitó la ayuda del centro de salud de Barcelona a finales de abril, un médico acudió a su domicilio, le recetó un diurético por los pies hinchados y, sin mencionar la eutanasia, se declaró objetor del procedimiento. “¿Para qué mandar a un médico objetor si ya habíamos expresado nuestra voluntad?”, se preguntó Mireia, quien, aunque inicialmente se opuso a la decisión de su padre, respetó su deseo de evitar más sufrimiento.
La escasez de tiempo y la sobrecarga de la atención primaria son factores que dificultan la correcta gestión de la eutanasia. Piñero, que está en excedencia por condiciones laborales adversas, explicó que la presión de consultas de apenas cinco minutos impide que los médicos de familia dediquen la atención necesaria a este proceso. Además, la formación específica en cuidados paliativos, comunicación sobre el final de la vida y gestión de la eutanasia sigue siendo insuficiente; la mayoría de los profesionales recibe una capacitación voluntaria centrada en los aspectos burocráticos y farmacológicos.
Esta falta de preparación deja a los pacientes en una posición de vulnerabilidad, dependiendo de la experiencia y la disposición del médico que les atienda. En algunas comunidades autónomas la eutanasia se realiza con relativa fluidez, mientras que en otras el acceso es prácticamente inexistente.
Según el informe más reciente del Ministerio de Sanidad (datos de 2023), la distribución de eutanasias por 100.000 habitantes es la siguiente:
- País Vasco: 2,0
- Navarra: 1,5
- Cataluña: 1,2
- Islas Canarias: 1,1
- Islas Baleares: 1,0
- Castilla‑La Mancha: 0,4
- Aragón: 0,3
- Andalucía: 0,3
- Extremadura: 0,1
- Media nacional: 0,68
La asociación Derecho a Morir Dignamente denuncia que la burocracia y la falta de información en muchas regiones hacen que la eutanasia sea una opción desconocida para muchos pacientes, y que los plazos se alarguen hasta el punto de que un tercio de los solicitantes fallece antes de obtener la autorización.
En el caso de Bayés, el proceso se prolongó más de tres meses, superando ampliamente la media de 30 días que la propia ley establece como plazo máximo entre la solicitud y la realización del acto. Tras la primera entrevista con un equipo multidisciplinario a finales de junio, la falta de una exploración profunda del deseo del paciente y la naturaleza protocolar de la visita generaron confusión y frustración.
El 21 de julio, finalmente apareció el médico revisor externo, quien validó la solicitud y, según la familia, mostró la empatía que había faltado en etapas anteriores. Sin embargo, la coordinación con la Comisión de Garantías de la comunidad autónoma —integrada por médicos y juristas especializados en bioética— fue lenta, y la decisión de la fecha quedó supeditada a la disponibilidad del personal sanitario, ofreciendo solo dos opciones: el 7 o el 14 de agosto.
El 7 de agosto, un nuevo equipo de profesionales administró la eutanasia. Aunque el proceso no se desarrolló exactamente según el deseo de Bayés, logró que viviera sus últimos momentos con la dignidad que buscaba. En un video grabado años antes, el académico expresó su admiración por Oliver Sacks, quien había despedido la vida con una carta al New York Times agradeciendo todo lo vivido.
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