Iván Mordisco, el narcotraficante vestido de revolucionario que desafía al Estado colombiano
La ciudad de Cali, la tercera más poblada de Colombia, fue escenario de un violento ataque perpetrado por el grupo armado conocido como Esto Mayor Central (EMC). El atentado, realizado con cilindros bomba contra una base aérea, dejó al menos seis muertos y más de setenta heridos, según los informes de las autoridades locales.
El EMC está liderado por Néstor Gregorio Vera Fernández, alias Iván Mordisco, un exseñor de la guerra que ha sido declarado muerto en varias ocasiones pero que sigue negándose a desarmarse. Mordisco, quien previamente había sido señalado como “traqueto vestido de revolucionario” por el presidente Gustavo Petro, es considerado una de las principales figuras del movimiento disidente surgido de la extinta guerrilla de las FARC.
Contexto del ataque y la respuesta del Gobierno
Tras el atentado en Cali, el presidente Petro calificó los hechos como “crímenes contra la humanidad” y declaró que el EMC, la Segunda Marquetalia y el Clan del Golfo – los tres grupos armados con los que su gobierno había abierto mesas de diálogo en el marco de la política de “paz total” – serán considerados organizaciones terroristas, perseguibles en cualquier parte del mundo.
El EMC, la mayor de las disidencias de la antigua guerrilla, había iniciado negociaciones con el Gobierno el 8 de octubre de 2023, llegando a pactar un alto al fuego bilateral. Sin embargo, la frágil federación de frentes se fragmentó en abril de 2024 cuando la mayoría de sus combatientes abandonó la mesa de diálogo bajo la presión de Mordisco, que mantuvo una facción minoritaria bajo el alias Calarcá Córdoba.
El proceso de paz se vio agravado por una serie de atentados contra objetivos militares y comunidades indígenas, entre ellos el asesinato de la dirigente comunitaria Carmelina Yule en el Cauca. En respuesta, el presidente Petro anunció una “ofensiva total contra el EMC en el Cauca”.
La integración de las disidencias al proceso de paz total había sido uno de los mayores retos de la agenda de Petro. Las distintas estructuras disidentes, que se desprenden de los acuerdos de La Havana de 2016, forman una amalgama difícil de clasificar. Las corrientes lideradas por Iván Mordisco y la Segunda Marquetalia, comandada por Iván Márquez, se consolidaron como las más visibles, bajo la denominación de “sombrillas” que agrupan a múltiples frentes.
Estados Unidos, tras retirar a las FARC de su lista negra en 2016, designó al EMC y a la Segunda Marquetalia como organizaciones terroristas. Ambas facciones iniciaron una guerra abierta en varias regiones, con enfrentamientos frecuentes en la frontera con Venezuela. Hasta mayo de 2022, el líder Gentil Duarte, considerado el rostro más visible de las disidencias, fue asesinado.
Desde entonces, Iván Mordisco ha consolidado su poder dentro del EMC, sobreviviendo a intentos de eliminarlo. Apareció en un video dos meses después de haber sido dado por muerto, manifestando su disposición a dialogar con el nuevo Gobierno. Más adelante, en el Yarí, se presentó como jefe del recién llamado Esto Mayor Central. A pesar de rumores no confirmados sobre su supuesta muerte, Mordisco dirigió una carta pública al presidente Petro tras la captura de su hermano, declarando que “no cree en la justicia colombiana, pero confía en la justicia revolucionaria”.
Los analistas describen a Mordisco como un líder dogmático y rencoroso, siempre en desacuerdo con la negociación política. Un informe de la Fundación Ideas para la Paz lo señala como una figura que promueve la “degradación criminal”, rechaza los programas de sustitución de cultivos ilícitos y mantiene una actitud hostil hacia la población civil, especialmente las comunidades indígenas.
Reconocer al EMC como actor armado con estatus político resultó ser una decisión controvertida. Sergio Jaramillo, comisionado de paz que selló el acuerdo con las FARC, lo calificó como “el peor error estratégico de los últimos 25 años y el daño más grande al proceso de paz” en una intervención ante la Corte Constitucional.
A pesar de la pérdida de la mayor parte de sus integrantes tras la escisión, las disidencias de Mordisco siguen operando en gran parte del sur del país. Su presencia se extiende desde la zona de deforestación amazónica hasta los departamentos de Cauca, Nariño y Valle del Cauca. Cali, como capital de facto de la región del Pacífico, posee un gran valor simbólico para el EMC, mientras que el puerto de Buenaventura, a dos horas y media por carretera, es estratégico por su salida al mar.
Según el investigador Kyle Johnson, de la Fundación Conflict Responses (CORE), ninguna política de seguridad – ni el Plan Victoria, ni Orus del Gobierno Santos, ni la estrategia del Gobierno Duque, ni las propuestas de Petro – ha logrado contener la expansión de las disidencias. Aun cuando en el papel existen diferencias, en la práctica los resultados son similares. Las economías ilícitas les proveen de recursos, y han conseguido una cohesión interna que les permite coordinar ataques, trasladar combatientes entre frentes y operar en diversos escenarios.
El atentado en Cali, parte de un patrón de ataques a instalaciones militares y policiales en grandes ciudades, constituye una señal de alerta sobre la penetración del EMC en el ámbito urbano. Elizabeth Dickinson, del International Crisis Group, lo describe como una “estrategia de terror” destinada a elevar el costo del combate para el Estado, especialmente en respuesta a las ofensivas de la fuerza pública en áreas como el cañón del Micay.
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