Rusia quiere imponer su plan de paz con avances en múltiples frentes de Ucrania

En noviembre, Rusia dejó al descubierto sus condiciones para poner fin al conflicto, basándose en el plan de paz de 28 puntos propuesto por el expresidente estadounidense Donald Trump. Steve Witkoff, enviado especial de Estados Unidos en Rusia, trabajó junto a colaboradores de confianza del presidente Vladimir Putin para elaborar un documento que, según afirman, contenía una lista de concesiones exigidas a Ucrania. El mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, y sus aliados europeos rechazaron de plano la propuesta, calificándola de humillación inaceptable y solicitando su revisión. Ante la falta de acuerdo, Putin respondió con un aumento de la presión militar en varios frentes, lo que ha generado el mayor avance ruso de los últimos meses.

El 1 de diciembre, el presidente ruso anunció que sus fuerzas habían completado la conquista de tres localidades estratégicas: Vovchansk y Kupiansk, en la provincia de Járkov, y Pokrovsk, en Donetsk. Según fuentes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania, la información de Putin es falsa; los combates continúan calle a calle y los municipios aún no están bajo control total del ejército ruso. Estas declaraciones, según los analistas ucranianos, buscan presionar a Trump en las negociaciones en curso para reformular el plan de paz, insinuando que Ucrania no tiene alternativa más que ceder en el frente.

Reivindicaciones territoriales y el plan de paz

El plan de 28 puntos establece que todo el Donbás (las provincias de Donetsk y Lugansk) debe pasar a ser de soberanía rusa, y que el ejército ucraniano debe retirarse del 20 % de Donetsk que aún controla. La lógica de Putin, según sus interlocutores, es que Kiev prefiere aceptar esas pérdidas antes que enfrentar una mayor ocupación. Zelenski confirmó este lunes que Rusia sigue exigiendo la entrega completa del Donbás en la mesa de negociaciones.

El anuncio de la supuesta toma de Kupiansk y Vovchansk por parte de Putin y del jefe del ejército ruso, Valery Guerásimov, pretendía enlazar con otro punto del plan: la devolución de los territorios ocupados en las provincias de Sumy y Járkov. La presión en Járkov ha aumentado no solo por motivos militares, sino también políticos, pues el control de esa zona serviría al Kremlin para demostrar que también está dispuesto a hacer “grandes concesiones”. En una comparecencia en Washington, el presidente Trump afirmó que “Rusia quiere tomar todo el país, pero acepta en el plan de paz que no lo hará”, y urgió a Zelenski a llegar a un acuerdo.

Ambas partes coinciden en que cualquier acuerdo de paz debería congelar la línea de contacto en las provincias de Jersón y Zaporiyia. En Jersón, la línea se ha mantenido estable durante tres años, delimitada por el río Dniéper; una ofensiva allí requeriría recursos considerables. En Zaporiyia, sin embargo, los cambios en el frente son los más rápidos.

Según el mapa de análisis de guerra “Deep State”, Rusia conquistó en noviembre 505 km², la misma cifra que en septiembre y octubre combinados. La mayor parte de esas ganancias se concentra en el sur, en el frente de Zaporiyia. En un mes, las tropas rusas avanzaron hasta Stepnohirsk, a 20 km de la capital provincial, una zona llana y agrícola sin defensas naturales que facilita el avance del agresor.

El impulso ruso se ha visto frenado en Huliaipole, pueblo que hace un mes estaba a 10 km del frente. Los combates urbanos en esa localidad están ralentizando el avance, aunque el Estado Mayor ucraniano admite que la ofensiva comenzó antes de lo previsto por fallas en la rotación y retirada de las unidades que defendían el área desde hace tres años.

Mick Ryan, general retirado del ejército australiano y analista del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), señaló en noviembre que Rusia ha perfeccionado su capacidad de realizar “miles de pequeños asaltos, como mordiscos”, buscando puntos débiles en las defensas ucranianas. Cuando detectan una vulnerabilidad, los rusos la desbordan con infantería y drones, apuntando especialmente a las bases de mando y centros operativos en la retaguardia.

En la provincia de Járkov, la situación se ha deteriorado rápidamente. La Brigada Jartia, una de las unidades más destacadas del ejército ucraniano, había contenido a los rusos en Vovchansk desde 2024, pero este otoño el invasor logró romper el equilibrio y tomar la mayor parte del municipio.

Rusia controla la mayor parte de Kupiansk, también en Járkov, una ciudad clave para las rutas logísticas hacia Donetsk y para una posible futura reconquista de Lugansk. Tras el impulso alcanzado por las fuerzas de Guerásimov en verano, las Fuerzas Armadas de Ucrania han logrado contener al invasor en los últimos dos meses, lo que contradice la afirmación de Putin de que la ciudad ya está totalmente capturada.

En Donetsk, Pokrovsk sigue bajo asedio desde hace más de un año sin haber sido conquistada por Rusia. Fuentes de la OTAN y de la vecina Mirnogr, en un encuentro con medios el 2 de diciembre, consideraron la ciudad prácticamente perdida para Ucrania; la OTAN estimó que las fuerzas ucranianas controlan menos del 10 % de Pokrovsk.

El costo en bajas para el ejército ruso en el asedio a Pokrovsk es extraordinario, el mayor desde la toma de Bajmut en 2023, según estadísticas del Estado Mayor ucraniano. La táctica de asalto ha evolucionado, dejando atrás los asaltos suicidas frontales de los mercenarios de Wagner. Sin embargo, los pelotones rusos continúan recibiendo órdenes de tomar posiciones a toda costa, como lo ilustra el video publicado el 29 de noviembre por la portavoz de Zelenski, Iuliia Mendel, donde se observan dos soldados rusos rodeados de escombros en Pokrovsk, avanzando a pesar del riesgo inminente de drones ucranianos.

Se estima que decenas de miles de soldados rusos han muerto o resultado heridos en el asedio a Pokrovsk. Solo en octubre, según Zelenski, 25 000 soldados rusos fallecieron o resultaron heridos en el frente. Las Fuerzas Armadas ucranianas calculan que desde 2024 el número de bajas rusas en Pokrovsk supera los 100 000, una cifra que, aunque no confirmada oficialmente por Rusia, es considerada plausible por observadores independientes en Europa.

Estas cifras demuestran que, a pesar de la hegemonía de los drones, la infantería sigue siendo esencial para lograr objetivos territoriales. Ryan concluye que “la infantería sigue siendo fundamental en las operaciones rusas para conquistar terreno, operando en pequeños equipos de dos a cuatro soldados”, subrayando la evolución de la estrategia rusa respecto a los asaltos masivos que se empleaban hasta 2024.

Un informe del Ministerio de Defensa estonio, fechado el 21 de noviembre, pronostica que Rusia controlará en diciembre todas las ruinas de Pokrovsk, convirtiéndola en la mayor conquista rusa desde la toma de Avdiivka en verano de 2024 y ampliando el cerco sobre el resto de Donetsk. Los tres núcleos urbanos que hoy representan el corazón de la resistencia ucraniana en el Donbás (con Lugansk ya bajo dominio ruso) forman un triángulo formado por Kostiantinivka, Kramatorsk y Sloviansk.

Los rusos ya han ingresado a los barrios orientales de Kostiantinivka. En Sloviansk se aproxima la amenaza anunciada por Guerásimov el 1 de diciembre: las tropas invasoras podrían haber roto las defensas en el municipio de Liman, a 15 km de Sloviansk. El 3.º Cuerpo del ejército ucraniano niega esta posibilidad, aunque según Deep State, en los dos últimos meses los rusos capturaron 35 km² en el perímetro este y sur de Liman.

El fortalecimiento ruso en Pokrovsk no solo representa una mala noticia para Ucrania en su intento de mantener la presencia en Donetsk, sino también para la defensa de la vecina provincia de Dnipropetrovsk, donde ya se ha puesto un pie. Este territorio es uno de los que Rusia aceptaría devolver si Kiev renuncia a la soberanía del Donbás y de la península de Crimea, proporcionando al Kremlin más cartas en la mesa de negociación: “Cede la soberanía del Donbás y Crimea, o tendrás más territorio que perder”.

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