Un recorrido por los precios de los restaurantes en Ibiza: Mientras la gente lo pague, esto no va a cambiar

Clavar el palo de una sombrilla en la arena de Ibiza es una actividad que cualquier turista puede disfrutar sin coste alguno, pero para saborear la oferta gastronómica de la isla es necesario abrir la cartera. La inflación se percibe en cada bocado: una croqueta ronda los 4 €, una botella de agua cuesta 1,5 €, y el kilo de bogavante supera los 200 €. Con una población residente de alrededor de 160 000 habitantes y una llegada estimada de 3,3 millones de visitantes en temporada 2024 (un 1,8 % más que en 2023) y 4,5 millones al año según datos de AENA, el abanico culinario pasa de la tradicional cocina mediterránea a propuestas ultra‑lujosas, y los precios reflejan esa dualidad.

Desde la llegada al aeropuerto, donde un bollo y una botella de agua pueden costar 8 €, los precios siguen escalando. En Port Balansat se puede degustar una caldereta de langosta a 184 € el kilo y una plancha de mariscos para dos a 79,50 €. Más al sur, en Es Torrent (Sant Josep), el bullit de peix con bogavante y arroz a banda alcanza los 89,50 €, sin contar bebida y postre. Factores como la atracción del turismo de lujo, la escasez de mano de obra y la sequía han convertido la inflación en Ibiza en un fenómeno complejo.

Ejemplos de precios en la oferta gastronómica

En el noreste, Santa Eulalia destaca por su carácter familiar y su variada oferta culinaria. El restaurante UM Beach House, con reservas que superan los 150 € en promedio, propone platos como ceviches y tartares a 30 € y una bandeja de cuatro croquetas a 18 €. En la cercana Cala Bassa Marina, un grupo hostelero ofrece pescados, carnes y arroces desde 30 € y sushi (dos nigiris) a 6 €. El kilo de bogavante americano, tendencia actual, ronda los 190 €.

El sector también incluye opciones más asequibles. En el centro de Santa Eulalia, una hamaca se alquila entre 5 y 10 € y una botella de agua en el supermercado cuesta medio euro. En el hotel Aguas de Ibiza, el ceviche limeño cuesta 28 €, mientras que en La Veranda, del agroturismo Atzaró, los productos de huerto parten de 25 €. En el chiringuito de la cala Pou des Lleó, una cazuela de calamar llega a 20 € y las almejas a 22 €; los vinos “naturales” no bajan de 23 € y los cócteles de 9 €.

En la zona de Ibiza ciudad y Dalt Vila, la oferta se inclina hacia el lujo. En el Hotel Pacha, los menús están alrededor de los 24 €, mientras que a la carta el jamón ibérico alcanza los 32 €. La sangría se vende a 50 € y el champán a partir de 130 € por botella. En la famosa playa d’en Bossa, el hotel Ushuaïa cobra entre 10 y 15 € por una botella de agua y 99 € por cinco bebidas. El restaurante de Gordon Ramsay ofrece el solomillo Wellington a 64 €; el Oyster Bar sirve ostras con caviar a 9 €, y el arroz del mar llega a 48 €.

El restaurante con estrella Michelin UNIC, dirigido por David Grussaute, justifica sus precios en la escasez de productos y la alta carga laboral: los menús degustación comienzan en 145 €.

Los clubes playeros también siguen la tendencia de precios elevados. En Blue Marlin, el alquiler de una tumbona puede superar los 500 €, y la carta incluye sushi y champán a cualquier hora. En el restaurante Yemanjà, los platos al Josper empiezan en 30 €, mientras que una ensalada de pollo cuesta 26 € y el ibérico 48 €.

En el oeste, San Antonio y el Café del Mar ofrecen una experiencia más orientada a la masificación: mojitos y daiquiris a 20 €, con champán que supera los 1.590 € en algunos cócteles. La terraza Monkey combina vistas a la bahía con precios premium.

Según el presidente del Consejo Insular de Ibiza, Vicent Marí, la estancia media de los turistas se ha reducido a entre 2 y 4 días, aunque el 40 % permanece alrededor de 7 días, lo que ha incrementado el gasto diario. El Servicio de Inteligencia Turística indica que los 1.200 establecimientos gastronómicos de la isla presentan una gran diversidad de propuestas, desde dj sets con tickets de 80 € hasta experiencias exclusivas de 500 € por entrada VIP.

Silvia Castillo, periodista y coautora de la web Ibiza 5 Sentidos, señala que la demanda de gastronomía de lujo está concentrada y que muchos restaurantes han cerrado ante la crisis. Los precios se han ajustado para compensar la caída de clientes, especialmente del turismo español, que tradicionalmente gastaba más en comida.

El gasto con tarjeta del turista se dirige mayoritariamente a bares y restaurantes (28 %), seguido por la estancia (25 %), discotecas (15 %) y tiendas (12 %). Los visitantes holandeses, belgas e italianos gastan más en comer que los españoles. Frente a la presión inflacionaria, la isla apuesta por iniciativas que promuevan el turismo familiar, la producción local (como el ecológico Can Planetes) y la gestión del agua frente a la sequía, intentando equilibrar la oferta con la sostenibilidad.

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