Por qué los curas guapos obsesionan a Internet: Nada cuestiona más su autoridad que mostrarlos en toda su corporeidad

La tercera entrega de la saga “Punzales por la espalda”, titulada “De entre los muertos”, llega a los cines el 28 de noviembre y debutará en Netflix el 12 de diciembre. Además de los habituales asesinatos, la película plantea un interrogante que ha captado la atención del público: ¿de dónde surge la actual fascinación por los curas atractivos?

Desde que se anunció el proyecto, la presencia del actor británico Josh O’Connor como un sacerdote carismático sospechoso de asesinato encendió las redes sociales. La etiqueta “hot priest” (cura caliente) se popularizó gracias al comentario de un compañero de reparto, en referencia a Andrew Scott, quien hace seis años interpretó al sacerdote con el que la protagonista de “Fleabag” vivía un romance, convirtiéndose en una de las obsesiones de internet.

El auge del “hot priest” en la cultura popular

La tendencia no es reciente. Hace años que cuentas de curas jóvenes y atractivos acumulaban miles de seguidores. Un caso reciente es el del padre Jordan, sacerdote británico que tuvo que desactivar los comentarios de sus videos después de recibir millones de mensajes el verano pasado elogiando su físico.

La “curamanía” también se hizo presente en eventos como la reunión de influencers católicos convocada por el Papa León XIV en julio, y en el calendario “Romántico de los curas guapos” de Piero Patzi, publicado desde hace 21 años y que sigue circulando con imágenes mayormente de modelos, aunque la fantasía sea el elemento central.

En el cine, el conflicto entre deseo y vocación se ha explorado desde la década de 1940. Gregory Peck encarnó a un sacerdote dividido entre su vida amorosa y su llamado en “Las llaves del cielo”. Hitchcock retomó la temática en “Yo confieso” (1954) con Montgomery Clift. Desde entonces, el secreto de confesión y el celibato se han convertido en recursos narrativos habituales en distintos géneros, apareciendo en películas como “Monsenor” (1982) con Christopher Reeve, “El cuerpo” (2001) con Antonio Banderas, “Ángeles y Demonios” (2009) con Ewan McGregor y “Conclave” (2025) con Ralph Fiennes.

Los personajes que se sumergen en juegos de seducción son los más emblemáticos. Richard Chamberlain interpretó al sacerdote seductor en “El pájaro espino” (1983). La figura reapareció en series como “Sex and the City” (1998‑2004) y “Derry Girls” (2018‑2022). Más recientemente, Jude Law dio vida al “hot pope” en “The Young Pope” (2016), un pontífice con aura de estrella de rock que llegó a aparecer en bañador speedo blanco en la playa.

Virginia Yagüe, escritora, guionista y presidenta de la entidad de gestión de derechos audiovisuales DAMA, explica la atracción: “La fascinación proviene de lo prohibido, de lo que está fuera del alcance. Es una subversión completa de la norma”. Yagüe compara este fenómeno con los antiguos casos de mujeres que establecían relaciones epistolares con presos, buscando acercarse al tabú a distancia.

Yagüe también relató su experiencia al escribir la serie “La Señora” (2008‑2010), donde Rodolfo Sancho interpretó al padre Ángel, un cura atrapado en un triángulo amoroso. “El conflicto entre el deseo y el deber era la base de su historia; la audiencia respondió muy bien, aunque generó polémica con la Conferencia Episcopal, que dejó de responder a nuestras preguntas históricas”, señaló.

En los círculos de guionistas surgieron dos posturas respecto al “hot priest”. Por un lado, algunos lo ven como una forma de cuestionar el poder clerical, desarticulando su autoridad al convertirlo en objeto de deseo. Por otro, hay quienes consideran que ensalzar la figura del cura, incluso de forma estética, sirve a una estrategia de blanqueo institucional en medio de escándalos como los casos de abuso.

El sociólogo Víctor Albert Blanco, especializado en sociología de la religión en la Universidad Autónoma de Barcelona, matiza el debate: “Estos productos culturales aparecen simultáneamente con la secularización. Los creyentes se expresan con mayor intensidad en redes, y algunas organizaciones religiosas intentan vincular este fenómeno al auge del catolicismo, pero los datos apuntan a lo contrario”. Blanco habla de un “catolicismo banal”, donde la religión sobrevive más en la estética y en pequeños gestos culturales que en instituciones hegemónicas, lo que permite fantasear con la sotana sin perder la relevancia del mensaje.

El especialista advierte, sin embargo, que en España el crecimiento de asociaciones de extrema derecha y ultrareligiosas podría intentar frenar mediante litigios legales expresiones culturales que cuestionen el papel de la Iglesia, lo que haría que la figura del “hot priest” sea más necesaria que nunca para mantener viva la reflexión crítica.

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