Muere el músico Jorge Martínez, alma indómita de Ilegales, a los 70 años

Jorge Martínez, figura emblemática del grupo Ilegales, falleció el pasado 27 de noviembre a los 70 años tras una dura lucha contra un cáncer de páncreas. El cantante había anunciado, en septiembre, la suspensión de la gira que había iniciado en 2025 para someterse a un tratamiento oncológico. En el momento de su muerte quedaban pendientes una veintena de conciertos programados entre septiembre y diciembre, los que ahora se cancelan definitivamente.

Según los testimonios de sus amigos más cercanos, Martínez pasó sus últimos días en el hospital bajo intensos dolores. “No quiero vivir esta parte de mi vida”, declaró en una de sus últimas entrevistas, mostrando una vez más la franqueza que siempre lo caracterizó. Los compañeros de la banda y antiguos colaboradores se turnaron para acompañarlo durante la noche. Roberto Nicieza, exbatería de Australian Blonde, estuvo presente la última noche y recordó las palabras del artista: “Pensó en la música hasta el final. Me dijo que había una canción inconclusa que quería terminar y me contó un sueño donde su propio concierto salía mal”.
Trayectoria y legado de Jorge Ilegal
Jorge Martínez nació en Avilés (Asturias) en 1955 y, a pesar de provenir de una familia de origen noble, creció en un entorno humilde que le permitió desarrollar su carácter rebelde y su pasión por la música. Desde pequeño se sintió atraído por el rock extranjero, descubriendo a Elvis Presley, los Teen Tops, Los Bravos y, sobre todo, “Black Is Black”, canción que, según relató, lo impulsó a dedicarse a la música a los 12 años.
En la década de los setenta empezó a tocar en orquestas y estudió Derecho sin llegar a titularse. Con 20 años abandonó la casa familiar y formó su primera banda, Mson, junto a su hermano Juan. El grupo combinaba rock and roll con letras provocadoras y, como muchos jóvenes de la época, se vio envuelto en pequeños actos delictivos. Tras la disolución de Mson, fundó Los Metálicos, que poco después adoptó el nombre Ilegales, a veces considerado polémico pero que se consolidó como una de las agrupaciones más singulares del panorama español.
El salto a la fama llegó en 1982 cuando el cantautor asturiano Víctor Manuel, entonces responsable de la Sociedad Fonográfica Asturiana, presentó la maqueta del grupo a la discográfica CBS. El primer disco de Ilegales, Joven y arrogante, superó los 200.000 ejemplares vendidos, cifra extraordinaria para un debut. Canciones como “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”, “Soy un macarra” y “¡Hola, mamoncete!” se convirtieron en himnos de la movida de los ochenta, combinando la energía del punk con melodías de nueva ola y una estética visual impactante.
El estilo de Ilegales se caracterizó por su “música peligrosa”: sonido crudo, letras provocadoras y una actitud escénica que a menudo desembocaba en enfrentamientos con el público. En el documental Mi vida entre las hormigas (2017), el propio Martínez admitió que la violencia era “algo natural” dentro del proyecto del grupo.
El segundo álbum, Agotos de esperar el fin (1984), consolidó su éxito y presentó temas que se mantendrían como clásicos, como “Soy un macarra”. A lo largo de los años, la banda experimentó varias reformas de alineación, incluida una etapa como quinteto, y mantuvo una presencia constante en la escena musical, a pesar de los problemas de adicción que afectaron a algunos de sus integrantes.
En los noventa, Martínez se convirtió en una figura mediática, participando en programas de televisión donde sus comentarios desafiantes aumentaban la audiencia. Aunque la calidad de sus álbumes de esa época fue a veces cuestionada por su tendencia a la autoindulgencia, siguió componiendo piezas más delicadas como “Las rosas treporas asesinas”, “Hoy no hay sonrisas” y “Luminoso viento nocturno” (2025).
En 2010 Ilegales anunció una gira de despedida, pero el artista no se quedó quieto: formó “Jorge Ilegal y los Magníficos”, un proyecto que reinterpretó ritmos latinos de los años treinta a cincuenta. La banda volvió a reunirse en los últimos años, lanzando discos como Joven y arrogante y retomando los escenarios con la misma energía que los había caracterizado desde sus inicios.
Jorge Martínez nunca contrajo matrimonio ni tuvo hijos, pero mantuvo una estrecha relación con una exnovia que había caído en la adicción a la heroína, a quien recordaba frecuentemente. Su afición por coleccionar figuras de plomo y su retiro en una casa cercana a Oviedo reflejaban su carácter solitario pero apasionado.
En sus propias palabras, Martínez vivía bajo el lema “Antes morir que perder la vida”. Su muerte cierra un capítulo imprescindible de la historia del rock español, dejando un legado de rebeldía, autenticidad y una discografía que sigue inspirando a nuevas generaciones.

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