La NASA, el IRA y una crisis nerviosa, así fue el rodaje de Barry Lyndon, la película más infravalorada de Stanley Kubrick
A principios de los años setenta Stanley Kubrick era una de las figuras más influyentes de Hollywood. Tras éxitos como ¡Teléfono rojo! (Dr. Strangelove), 2001: Una odisea del espacio y La naranja mecánica, el director se encontraba en la cúspide de su carrera y Warner Bros. aguardaba con expectación su próximo proyecto, que Kubrick, fiel a su carácter recluso, mantenía en secreto.
Inicialmente Kubrick había contemplado una épica sobre Napoleón Bonaparte, pero el fracaso financiero de Waterloo (producida por Dino De Laurentiis y protagonizada por Rod Steiger y Orson Welles) asustó a los inversores, que retiraron el apoyo económico. La idea pasó luego a una adaptación de La feria de las vanidades de William Makepeace Thackeray, pero el director la descartó por considerarla demasiado ambiciosa para un solo largometraje.
El proceso de rodaje y los desafíos técnicos
Finalmente Kubrick decidió combinar ambos proyectos y centrarse en la novela de Thackeray La suerte de Barry Lyndon, una historia ambientada en el siglo XVIII que narra la ascensión social de Redmond Barry, un joven ambicioso que, mediante matrimonio y astucia, intenta escalar en la aristocracia. El rodaje, que debía durar seis meses, se extendió a más de un año y medio, con un presupuesto que se triplicó respecto a la previsión inicial.
El director optó por una estética basada en la luz natural, una elección pionera que obligó al equipo a filmar en interiores iluminados únicamente con velas y lámparas de aceite. Para lograr la exposición necesaria, Kubrick utilizó una lente Zeiss de gran apertura (f/0.7), desarrollada originalmente para la NASA y utilizada en las misiones Apolo. El uso de esta óptica implicó dificultades de enfoque y requería una cuidadosa planificación del encuadre, pero permitió reproducir en pantalla la atmósfera pictórica de los cuadros de Antoine Watteau, Thomas Gainsborough y William Hogarth.
El trabajo de dirección artística recayó en Ken Am, quien, junto a John Alcott (director de fotografía), buscó localizar castillos y mansiones auténticas donde se pudieran filmar escenas con velas sin poner en riesgo la integridad de los edificios ni la seguridad del equipo. La producción enfrentó interrupciones provocadas por el conflicto en Irlanda del Norte: tras una amenaza del IRA, Kubrick tuvo que trasladar parte del rodaje a Escocia, Inglaterra y Alemania.
En cuanto al vestuario, la diseñadora Milena Canonero creó trajes a medida basándose en investigaciones exhaustivas de la moda georgiana, mientras que la banda sonora se construyó íntegramente con piezas de compositores clásicos, destacando la “Zarabanda” de Händel. Kubrick rechazó la música original bajo la premisa de que la riqueza del repertorio clásico ofrecía una calidad superior a cualquier composición contemporánea.
El elenco principal estuvo encabezado por Ryan O’Neal, quien en ese momento era la imagen del galán rubio californiano. A pesar de la reputación de O’Neal como “estrella de telenovela” tras Peyton Place y Love Story, Kubrick confiaba en su capacidad interpretativa y lo consideró el actor ideal para el papel de Barry Lyndon. Marisa Berenson, modelo y actriz de origen aristocrático, interpretó a Lady Lydia Lyndon; su contratación se realizó a través de Stanley Donen, amigo común de los dos directores.
Berenson relata que, aunque pasó tres meses en Irlanda “de guardia”, nunca llegó a rodar una escena allí; sin embargo, Kubrick le prohibió ausentarse durante la Navidad, insistiendo en que su presencia era indispensable. La exigencia de filmar con luz de vela resultó incómoda para los actores, ya que el ambiente era denso y el consumo de oxígeno limitaba la duración de cada toma.
Al concluir la producción, la película recibió una recepción mixta. La crítica neoyorquina, encabezada por Pauline Kael, la describió como “una película de sobremesa” y la calificó de demasiado fría y formalmente perfecta. El público también se mostró escéptico, y el film fracasó en la taquilla, a pesar de haber obtenido siete nominaciones a los Premios Óscar y haber ganado en categorías técnicas como Fotografía (John Alcott), Diseño de Vestuario (Milena Canonero) y Dirección de Arte (Ken Am y Roy Walker).
Con el paso de los años, la valoración de Barry Lyndon cambió radicalmente. Hoy es considerada una de las obras maestras de Kubrick y, según críticos como Martin Scorsese, la mejor película del director. En 2025 se ha estrenado una restauración en 4K que ha vuelto a los cines del Reino Unido, reavivando el debate sobre su influencia en la historia del cine.
La propia opinión de Kubrick evolucionó con el tiempo. En entrevistas posteriores declaró que siempre había sido consciente de la división que sus películas provocaban, pero que la verdadera medida del éxito radicaba en la perdurabilidad del impacto de la obra entre el público y los críticos a lo largo de los años.
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