Millones de visitantes, vecinos hartos y Vigo contra Badalona: ¿cómo llegaron a esto las luces de Navidad?

A principios de los años treinta los magnates de la construcción se disputaban el título del edificio más alto del mundo en Nueva York, pasando el récord del 40 Wall Street al Chrysler Building y, poco después, al Empire State. Desde 2023 los alcaldes de Vigo y Balona reavivan esa competición, pero ahora el objetivo es erigir el árbol de Navidad más alto de España.

Según el arquitecto Vicent Molins, autor del ensayo Ciud clickbait (Barlin Libros), el alcalde de Balona, con una actitud “wannabe”, anunció que su ciudad tendría un árbol de luz de 40 metros de altura y 15 metros de diámetro. En respuesta, el alcalde de Vigo, Abel Caballero, prometió superar esa cifra con un árbol de 40,5 metros. García Albiol, alcalde de Balona, quien mide dos metros, aseguró que “el árbol de Navidad será el más alto, aunque tenga que subirme yo”.

Una carrera de luces que supera a la arquitectura

Balona ya ha instalado, según La Vanguardia, un árbol “hercúleo”. En Vigo, el árbol anunciado supera los 40 metros y también es considerado “gigante”. Mientras tanto, en Murcia, la ciudad del Segura ha añadido dos novedades a la contienda: cañones luminosos que proyectan un abeto virtual de hasta 2 kilómetros de altura y la presencia del actor Richard Gere durante el encendido, aunque sin remuneración por parte del ayuntamiento. Gere acudió a colaborar con la Fundación Alina.

Molins explica que este tipo de iniciativas forman parte de una estrategia de marketing urbano orientada a generar clics y visitantes. “El objetivo no es solo mejorar los indicadores turísticos para engordar la economía, sino convencer a la ciudadanía de que su bienestar depende de esas cifras”, afirma el autor.

La relación entre Navidad y consumo no es nueva, pero la combinación de ambas se ha convertido en un catalizador de la turistificación. En Vigo, la asociación de vecinos liderada por Alba Novoa denuncia la contaminación acústica y lumínica, el ruido de atracciones y el “bullicio de la gente en el botellón”. Además, cuestiona los datos oficiales que indican 6 millones de turistas en 62 días (una media de 96 774 personas al día), cifra comparable con la afluencia anual a la Torre Eiffel, y el supuesto retorno económico de 800 millones de euros frente a un presupuesto municipal de 351 millones para 2026.

El antropólogo Sergi Yanes, especializado en turistificación, sostiene que lo importante no son los números, sino el “relato” que se construye alrededor de ellos: “Los datos se inventan como parte de una narrativa que busca legitimar proyectos, más que reflejar la realidad”.

Eugenio González, director general de Cultura de Cartagena, indica que su ciudad prefiere no entrar en competiciones de altura, sino enfocarse en que la Navidad genere vida en los espacios públicos y ofrezca una programación sostenible y diversa durante todo el año.

Molins advierte que el debate sobre el árbol más grande no es trivial: “Elegir los temas que ocupan la agenda municipal determina qué políticas se desarrollan. Si la ciudad se centra en titulares superficiales, quedarán en la oscuridad los asuntos profundos que afectan la calidad de vida”.

El arquitecto critica la tendencia a medir la calidad urbana por el impacto social de eventos efímeros y subraya la necesidad de políticas que favorezcan la permanencia de la población y la cohesión social, no solo la atracción de visitantes.

Yanes añade que la iluminación navideña “resalta determinados lugares y lógicas urbanas, orientando la atención y el consumo hacia zonas específicas”. Esta práctica, según él, genera desigualdades al privilegiar áreas que pueden atraer mayor gasto.

En cuanto a la masificación, el experto señala que no son los turistas los que llegan masivamente por voluntad propia, sino la infraestructura (transporte, alojamiento, servicios) la que concentra a los visitantes en determinados puntos, lo que implica que las políticas turísticas deben enfocarse también en la población residente.

La historiadora del arte Julia Ramírez Blanco, de la Universidad Complutense de Madrid, describe el alumbrado navideño como “una fiesta consumista que oculta tensiones sociales”. Señala que la luz puede servir como “cortina que impide ver otras realidades” y que la decoración a menudo se impone de arriba abajo, aunque también ha sido utilizada por movimientos sociales para protestas simbólicas.

El concepto de “gasto improductivo”, acuñado por el antropólogo Georges Bataille, se remite a fiestas y espectáculos que, aunque generan consumo, sirven como propaganda o distracción de problemas estructurales. En este sentido, los árboles de Navidad gigantes cumplen mayormente esa segunda función.

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