¿Qué hace una alpargata del siglo XIII en un nido de quebrantahuesos? Un hallazgo insólito de objetos acumulados por las aves durante cientos de años

El biólogo Sergio Couto, de la Universidad de Granada, comenzó a investigar los antiguos nidos del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) en el sur de España, una zona de la que la especie desapareció entre hace 70 y 130 años, según la región. Lo que esperaba fuera una simple búsqueda de restos óseos se transformó en el descubrimiento de un auténtico museo natural que reveló la vida cotidiana de las comunidades humanas que habitaron esos territorios durante siglos.

Los nidos, construidos hace cientos de años en cuevas y refugios rocosos, contenían objetos inesperados: una alpargata de esparto completa del siglo XIII, un fragmento de piel curtida de la misma época que recuerda a una máscara, una pieza de cestería del siglo XVIII, una flecha de ballesta, cuerdas, aparejos para caballos y miles de fragmentos de huesos de ungulados y cáscaras de huevo que forman parte de la dieta del buitre.

Hallazgos y su relevancia para la conservación

Un equipo de investigadores analizó 12 nidos abandonados de esta ave necrófaga de dieta osteófaga y sometió varias piezas a datación por carbono‑14. “Los quebrantahuesos acumulan generación tras generación objetos que usan como material de construcción o para tapizar el cuenco del nido y proteger a los polluelos durante la incubación”, explicó Antoni Margalida, autor principal del estudio e investigador del CSIC en el Instituto Pirenaico de Ecología. Este comportamiento, ausente en otras especies de buitres que sólo regurgitan comida, permite diferenciar al quebrantahuesos y aporta datos valiosos sobre su historia ecológica y cultural.

Los restos se conservan en buen estado gracias a que los nidos se ubican en microclimas estables: cuevas de roca caliza o acantilados con poca exposición al viento y a la lluvia, y escasa vegetación. Esta preservación facilita el análisis arqueozoológico y químico que, según la arqueozoologa Ana Belén Marín de la Universidad de Cantabria, se ha realizado “como una excavación, por capas de 10 cm, obteniendo una línea de tiempo de acumulación”.

Entre 2008 y 2014 el equipo recuperó 2 483 piezas, distribuidas de la siguiente forma:

  • 2 117 fragmentos óseos de ungulados.
  • 43 fragmentos de cáscara de huevo.
  • 25 objetos de esparto elaborados por el hombre.
  • 86 pezuñas de los animales consumidos.
  • 72 restos de piel.
  • 11 muestras de pelo.
  • 129 restos de ropa o textiles.

El 85 % de los elementos están vinculados a la dieta o a procesos reproductivos (huesos y huevos), mientras que el 9,1 % corresponde a materiales acumulados durante la construcción del nido.

El descubrimiento de estos artefactos no solo permite reconstruir la etnografía de los grupos humanos que habitaban la zona, sino que también aporta información crucial para la recuperación de la especie: identificación de posibles áreas de reintroducción, selección de sitios de liberación y priorización de iniciativas de conservación de hábitat.

Actualmente, el quebrantahuesos se encuentra en grave riesgo de extinción, con sólo 309 parejas reproductoras en Europa, de las cuales 162 residen en España y casi el 90 % de esas en los Pirineos. La persecución humana mediante veneno y caza durante el siglo XX redujo drásticamente su población.

La iniciativa de Couto se originó en 2006, cuando colaboró en el proyecto europeo LIFE para la reintroducción del quebrantahuesos en Andalucía. A partir de entonces, revisó textos de naturalistas del siglo XVIII y XIX, entrevistó a ancianos locales y consultó a investigadores de fauna rupícola. Cada pista sobre un posible nido lo llevaba al terreno, donde, armado con telescopio y cámara, identificaba los nidos históricos por la presencia de “tizas”, excrementos blancos que indican la digestión ácida de huesos.

Los nidos pueden alcanzar entre tres y seis metros de diámetro y más de un metro y medio de altura. Se construyen casi siempre en paredes de roca caliza con cavidades que funcionan como habitaciones, protegidas de la lluvia, el viento y la presencia de otros animales. En los nidos se han encontrado también objetos de esparto, material que el ser humano utiliza desde la Antigüedad y que las aves incorporan a sus estructuras.

Los análisis químicos de los excrementos, compuestos principalmente de carbonato cálcico, permiten detectar contaminantes y minerales presentes en el medio a lo largo del tiempo. Asimismo, el estudio de las cáscaras de huevo antiguas posibilita comparaciones toxicológicas con muestras actuales, evaluando la evolución de pesticidas y otros agentes nocivos.

Los científicos subrayan que el quebrantahuesos puede considerarse un bioindicador de alto valor para la monitorización a largo plazo de los ecosistemas y para la investigación interdisciplinaria, ofreciendo una ventana única sobre la interacción entre la fauna y la actividad humana a lo largo de siglos.

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