La Diada retrata un independentismo desorientado tras perder la Generalitat

Hace diez años, la Guardia Urbana registró la presencia de 1,4 millones de personas en las calles de Barcelona durante la Diada, una manifestación que se convirtió en uno de los momentos más emblemáticos del proceso independentista y que se desarrolló a lo largo de 5,5 kilómetros. Ese ambiente de efervescencia se produjo cuando el movimiento se encaminaba hacia el referéndum unilateral de 2017.

El panorama de este jueves fue diametralmente distinto. Sólo 28 000 personas participaron en la manifestación de Barcelona, una cifra muy por debajo de los 60 000 asistentes del año pasado y lejos de los millones que reunían las concentraciones en la cúspide del proceso. En Girona se congregaron alrededor de 12 000 manifestantes y en Tortosa, 1 500.

Desglose de la jornada y factores que afectaron la asistencia

La disminución de la movilización se atribuye a varios factores: la desorientación interna del independentismo tras la pérdida de la Generalitat, la creciente presencia de la ultraderecha dentro del propio movimiento y una mañana lluviosa que obligó a cancelar actos programados por Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC).

El Ayuntamiento de Barcelona activó el plan de emergencia municipal por las intensas precipitaciones, que llegaron a acumular hasta 100 litros por metro cuadrado en algunos puntos. Como consecuencia, el acto de Òmnium Cultural previsto frente al Arco de Triunfo fue suspendido, al igual que la concentración organizada por la ANC y la Comissió Independentista Fossar de les Moreres ante la Iglesia de Santa María del Mar.

La marcha comenzó a las 17:14 h en el Moll de la Fusta, entre el parque de la Ciutadella y el monumento a Colón, recorriendo una ruta mucho más breve que la de años anteriores. A pesar de la menor afluencia, la presencia de banderas catalanas, pancartas y consignas de “Independencia” siguió siendo la norma.

Durante los primeros minutos, cinco manifestantes encapuchados quemaron una bandera española cerca de la cabecera del recorrido, un acto que generó tensiones entre los seguidores de Sílvia Orriols, líder de Aliança Catalana, y el resto de los participantes. Los Mossos d'Esquadra actuaron para evitar enfrentamientos entre ambos grupos.

La lluvia también obligó a cancelar la intervención de Carles Puigdemont, que había programado un mitin al mediodía frente al Arco de Triunfo, y a posponer la participación de figuras como Lluís Llach, presidente de la ANC, y otros representantes de la izquierda independentista.

Junts per Catalunya acudió a la marcha sin su máximo dirigente, Carles Puigdemont, mientras que Esquerra Republicana de Catalunya asistió sin Oriol Junqueras, quien solo estuvo presente en la ofrenda floral. El Partido Popular catalán, por su parte, se mantuvo al margen de la convocatoria y su presidente, Alejandro Fernández, criticó la supuesta “normalización” de la política catalana.

En su discurso, Lluís Llach centró el mensaje en la defensa del catalán, denunciando la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que suspendió el decreto que otorgaba prelación al catalán y al aranés en la enseñanza. “Ningún juez nos tiene que decir en qué lengua debemos hablar ni qué escuela debemos tener”, afirmó el cantautor.

Jóvenes manifestantes también expresaron su desencanto. Laila Grané, de 19 años, llegó sola desde Sant Pol de Mar y recordó cómo solía asistir a la Diada de niña junto a sus padres, ahora ausentes. “Hay mucho desgaste porque llevamos años luchando. Han surgido nuevos movimientos independentistas de extrema derecha, como Aliança Catalana, y la gente independentista está muy cansada”, señaló. Lorraine Delorenzo añadió que muchos de sus amigos han dejado de acudir a la manifestación al dudar de la viabilidad de una independencia.

El tema de la lengua catalana se convirtió en el hilo conductor del día, superando incluso las divergencias internas del independentismo. La portavoz del PSC, Lluïsa Moret, describió el catalán como el pilar esencial de la cultura, mientras que el secretario general de Junts, Jordi Turull, utilizó la sentencia judicial para criticar al Estado, calificándolo de “ultracauteloso” con respecto a los derechos de Cataluña.

En conjunto, la jornada evidenció un cambio de polaridad en la política catalana y una coyuntura compleja tanto para el movimiento independentista como para sus organizaciones asociativas, que deben replantearse estrategias en un contexto de menor movilización y creciente fragmentación interna.

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