Barrio Moscardó: la clase media es un funambulista en el alambre
Incluso quienes no sentimos gran devoción por el fútbol recordamos cómo Lamine Yamal celebraba sus goles dibujando con las manos los números de su distrito postal. Esa imagen evoca el gesto de Sergio Galarza en su nuevo libro Barrio Moscardó, que él describe como “un acto de reconciliación con mi código postal de origen”. El autor desmenuza las capas de su propia desubicación social, donde al final convergen origen y destino.
El relato recorre el barrio homónimo, combinando memorias autobiográficas, ensayo y reflexión sociológica. Galarza no solo repasa nombres clave de la literatura peruana reciente —Mario Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso, Ciro Alegría—, sino que también explora el trazado urbanístico del barrio, el perfil de sus habitantes, la relación entre individuo y espacio, la fauna urbana y los árboles que bordean sus calles, como la ponciana limeña y la acacia que resiste al clima.
Una mirada a la clase media y sus contradicciones
El libro profundiza en la aspiración de la clase media peruana: el sueño de una vida mejor y la legitimidad del deseo de progreso, que a menudo se concreta en la compra de una casa, la mejora del barrio o la esperanza de un país más justo. Galarza muestra cómo la realidad coloca límites a esas ilusiones, sumando la nostalgia de los niños que jugaban en la calle en los años setenta al miedo generado por la violencia y la posibilidad de caer en la miseria que observan en sus vecinos.
Para el autor, la clase media es como un funambulista sobre una cuerda: todos tratamos de mantener el equilibrio, pero la cuerda sigue siendo frágil. La expresión más auténtica de Galarza surge en la rabia y la urgencia de proteger a sus hijos, garantizando un techo digno. El vínculo y la pertenencia son temas centrales: la conexión con la familia que se deja atrás, la integración en la nueva familia del país de acogida y la relación del ser humano con el espacio que habita.
La vivienda, según el autor, constituye un derecho humano fundamental, y el libro dedica amplio espacio a esa idea. Asimismo, se alinea con el credo literario del peruano Cronwell Jara: “escribir sobre lo que se conoce y encontrar esperanza en el dolor”. Galarza aplica este principio con ligereza y autenticidad, describiendo la clase media como una población que teme descender y ansía ascender, lo que genera una sensación de desubicación que impulsa la escritura.
En el momento en que la lucha deja de ser solo de escalar y pasa a ser la de no caer de rodillas, la escritura se convierte en un regreso constante al propio código postal, al origen que define la identidad. Galarza no se regocija en el fracaso; aunque reconoce renuncias importantes, la resignación no es total. El libro funciona como una especie de parábola: el escritor corta lazos para perseguir el sueño de escribir, pero ese sueño se diluye en la precariedad de la vida limeña.
Al final, Galarza declara: “Escribo sobre las raíces que yo mismo corté”. Y, a pesar de los obstáculos, lo hace con maestría.
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