¿Cómo se consigue el olor a limpio?: así funciona la industria que crea el adictivo olor de los detergentes
Los aromas son un factor decisivo en la elección de los productos de limpieza. Aunque la eficacia sigue siendo el argumento principal, el perfume de la fórmula marca una diferencia notable en la góndola del supermercado. Un estudio interno de Procter & Gamble reveló que los detergentes con fragancia representan el 89 % de las ventas de detergentes para ropa, el 79 % de los limpiadores de superficies y el 99 % de los detergentes para lavavajillas en Estados Unidos. Además, el 54 % de los consumidores asocian la sensación de un hogar limpio más al olor que a su aspecto visual, y el 76,4 % de los usuarios de ropa evalúan la limpieza principalmente por el perfume que deja la prenda.
Denia Martínez, vicepresidenta de Grupo Carinsa —empresa especializada en la fabricación y comercialización de fragancias para la industria del cuidado y la limpieza del hogar— subraya la importancia del sentido olfativo: «El olfato es el sentido que más recordamos. Un 35 % de lo que olemos se queda en la memoria, por eso es esencial que los productos de limpieza incluyan esencias. Un buen aroma refuerza la percepción de higiene, genera emociones positivas y favorece la fidelidad a una marca».
El perfumista Toni Cabal, fundador y CEO de Fragrance Science, coincide: «El perfume es un componente esencial, no solo porque enmascara el olor natural del producto, sino porque transforma una tarea rutinaria en una experiencia sensorial agradable. El consumidor asocia el buen olor con la eficacia: si algo huele bien, se percibe como más limpio. Un limpiador que huele mal, aunque sea eficaz, sigue siendo una experiencia puramente funcional y sin conexión emocional».
Retos y tendencias de la perfumería técnica
La perfumería técnica busca convertir lo cotidiano en una experiencia emocional, especial y memorable. Cada día, al usar ropa fresca, limpiar el suelo con un producto que deja una fragancia agradable o ambientar el coche con un aroma exótico, el consumidor está inmerso en un ritual que depende de fragancias complejas desarrolladas por perfumistas técnicos, profesionales poco conocidos pero fundamentales.
Magdalena Rey, química y perfumista técnica en Eurofragance, explica: «Nuestro trabajo combina ciencia y creatividad. Cada producto tiene características técnicas específicas —pH, color de base, tipo y cantidad de surfactantes— que limitan la estabilidad de la fragancia. Por ejemplo, la lejía posee un pH extremo que restringe la paleta de ingredientes que pueden mantenerse estables. En el caso del lavavajillas, la fragancia representa apenas entre el 0,1 % y el 0,3 % del total del producto, pero debe ofrecer difusión, frescor y el efecto “bloom” al contacto con el agua».
Isabel Gil, directora de formación y perfumista senior en Eurofragance, añade que el equipo enfrenta cuatro retos principales: disponibilidad de materias primas, cumplimiento de regulaciones exigentes, problemas de estabilidad y adaptación de fragancias de una categoría a otra. «Cuando una fragancia muestra signos de envejecimiento, como cambios de color en indol o vainilla, debemos buscar sustitutos que mantengan el carácter del producto sin perder intensidad. Es un equilibrio constante entre belleza, eficacia, costes y normativas».
En la perfumería técnica, la premisa es clara: cada producto debe oler a lo que se espera que huela. «Podemos crear un suavizante con notas oceánicas, florales o de algodón, pero todos deben transmitir la sensación de “suavizante”. Esa huella olfativa es esencial para que el consumidor relacione la fragancia con el producto» señala Rey.
El proceso de evaluación implica probar la fragancia en diferentes tejidos y en cada etapa de su vida útil. Rey describe los “momentos de la vida” del producto: desde que el consumidor abre el envase y lo huele, hasta que lo vierte en la lavadora, la ropa se seca en el tendedero y, finalmente, la prenda es usada y la fragancia percibida sigue intacta. Cada fase se huele, se puntúa y se ajusta para cumplir con las expectativas del usuario.
Las preferencias olfativas varían según el mercado. Un ejemplo es la fragancia Nenuco, conocida en España y utilizada en detergentes y suavizantes, que no logra la misma aceptación fuera del país por falta de conexión cultural con los consumidores locales. Las nuevas generaciones están influidas por perfumes de moda y notas emergentes, lo que obliga a los perfumistas a adaptar sus propuestas.
El “olor a limpio” ha trascendido el ámbito de la limpieza para inspirar fragancias de alta gama. Jérôme Di Marino, perfumista y académico de la Academia del Perfume, señala que el concepto proviene del latín *limpidus* y está ligado a la diosa romana Lympha, deidad del agua. Las notas típicas que evocan esa sensación incluyen lavanda, citronela, aldehídos (que recuerdan al vapor del planchado), almizcles de larga duración, patchouli como fijador, frutas y cítricos que remiten a la frescura de una ducha.
Las tendencias olfativas influyen directamente en la formulación de los productos de limpieza. Toni Cabal indica que el auge de la “clean beauty” ha impulsado el uso de eucalipto, flor de algodón y lavanda, así como cítricos menos comunes como yuzu o grana. La “premiumización” del hogar, según Cristóbal Bernal, director técnico de fragancias en Carinsa, lleva a los consumidores a buscar aromas similares a los de perfumes de lujo, incorporando notas florales sofisticadas (peonía, orquídea, neroli), frutas gourmet (frambuesa, coco, manzana caramelizada), orientales suaves (vainilla, ámbar, sándalo) y toques tipo spa (té blanco, agua de coco, aloe vera).
La normativa estricta es otro factor que complica la labor de los perfumistas técnicos. Todas las fragancias deben cumplir con los límites de uso y prohibiciones establecidos por la IFRA (International Fragrance Association) y con regulaciones locales que exigen sostenibilidad, biodegradabilidad, ausencia de alérgenos y, cada vez más, certificaciones veganas. Denia Martínez destaca que “estas exigencias obligan a reformular sin perder la identidad olfativa, recurriendo a tecnologías como la encapsulación o la liberación prolongada para lograr experiencias sofisticadas con concentraciones menores”.
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