Teresa Lanceta: Hay arte en lo útil, en las alfombras, en los tejidos. Y hay arte en personas que son anónimas

Teresa Lanceta, nacida en Barcelona en 1949, comenzó a tejer casi por necesidad mientras estudiaba Historia en la universidad. Sin haber recibido una formación formal en artes textiles, aprendió sola a confeccionar jerséis y otras piezas, una actividad que pronto se convirtió en su principal medio de expresión artística.

Originaria de una familia numerosa –es la mayor de seis hermanos–, Lanceta se trasladó a Alicante a los 11 años, donde su padre, inspector de seguros, fomentó la igualdad educativa entre hijos e hijas, aunque inicialmente les impidió participar en la vida nocturna propia de los chicos. “Al final toleró nuestras salidas”, recuerda la artista.

Un camino entre el Raval y el mundo del tejido

Durante sus años universitarios, vivió en el Raval en una casa compartida con una familia gitana; el hombre tocaba la guitarra y la mujer bailaba y cantaba. La efervescencia política de finales del franquismo marcó su juventud, y, alejada del arte conceptual que dominaba la escena, decidió explorar el campo del textil. “Quería que el arte fuera popular, que no permaneciera sólo en una galería”, afirma Lanceta.

Su relación con hilos y agujas no surgió de mitos como los de Penélope o Aracne, sino de la práctica cotidiana. El descubrimiento de una bobina de algodón le permitió crear su primer tapiz, “un pequeño tapicito”, y a partir de ahí no dejó de trabajar en la materia.

El proceso de tejer le brinda una “cabeza libre”, explica, porque el ritmo lento y repetitivo permite la reflexión. “El zurcido tiene valor propio, primero como expresión y después como ecología, pues habla de reutilización”.

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, defendió una tesis titulada Franjas, triángulos y curvos: estructuras de repetición en tradiciones textiles y en artistas del siglo XX. Tras la defensa, realizó varios viajes a Marruecos junto al coleccionista holandés Bert Flint, con quien exploró la producción de tapices, cojines y alfombras, identificando patrones recurrentes y su significado cultural.

“En Marruecos descubrí un universo de tejedoras extraordinarias. Le escribí a Flint, me respondió con un telegrama e invitó a Marrakech. Allí conocí a artesanos de distintas regiones: el Atlas Medio, con patrones que “no se pueden reproducir con un lápiz”, el Alto Atlas, más oriental, y Essaouira, con una estética “casi pictórica, muy Paul Klee”.

Estas experiencias cimentaron su idea del tejido como “código abierto”, concepto que tituló en su exposición en el MACBA en 2022 y que resume su visión de un arte útil y colectivo, presente en alfombras, tejidos y en la labor anónima de sus creadores.

El reconocimiento institucional llegó en 2023, cuando recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas por “una práctica artística sostenida en el tiempo que rescata un lenguaje femenino, vernáculo y colectivo”. El jurado destacó la forma en que sus obras establecen vínculos entre distintas comunidades: la población romaní, las tejedoras nómadas marroquíes y las vecinas del Raval.

Exposiciones internacionales y proyectos futuros

En 2024, Lanceta ha participado en dos importantes muestras en Nueva York. Formó parte de la exposición colectiva Woven Histories: Textiles and Modern Abstraction del MoMA, que permanecerá abierta hasta el 13 de septiembre, y presentó una exposición individual titulada Tracing the Thread, I Find You en la galería Sikkema Mallo Jenkins de Chelsea, espacio que ha acogido a artistas como Kara Walker, Jeffrey Gibson y Sheila Hicks. En el MoMA, cuatro de sus cojines, inspirados en el cojín marroquí, se exhibieron junto a obras de Anni Albers y Rosemarie Trockel.

Actualmente, la artista está preparando una muestra dentro del proyecto Memoria, tejidos, museos. Los barrios bajos de la atención, comisariado por Patricia Molins y Celina Blasco, que llegará al Museo Arqueológico Nacional en junio de 2026. En esta exposición centrará su trabajo en los íberos, combinando investigación histórica, sociología y antropología.

Entre sus proyectos transversales, destaca “La cólcedra”, que investiga los tejidos funerarios de la Castilla medieval a través de la colcha de Alfonso VIII, y “El paso del Ebro”, que incorpora textiles, fotografías y textos de sus viajes en tren por los enclaves de la batalla de la Guerra Civil. Además, recuerda como uno de sus trabajos más significativos la obra colectiva “Los oficios del Raval”, en la que alumnos de un instituto realizaron entrevistas en el barrio.

En Mutxamel (Alicante), donde reside desde enero, Lanceta está restaurando una casona del año 1900 para convertirla en taller y punto de encuentro comunitario. Allí, entre sillas antiguas, cojines marroquíes, libros y un telar construido con dos rodillos de telares industriales reutilizados, planea ofrecer talleres de ganchillo y técnicas de tejido.

Sobre el futuro, la artista afirma que sigue guiada por las palabras de su tío abuelo, exiliado en Francia: “No trabajes para el amo”. Con esa filosofía, continúa investigando siglos de historia a través de los hilos, convencida de que cada puntada oculta un relato por descubrir.

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