Una patronal huérfana

Foment del Treball vive una etapa de incertidumbre ante los vaivenes de la política española y catalana. Tras la desaparición de CiU, la patronal perdió el soporte institucional que disfrutó durante el largo mandato pujólista y ahora se enfrenta a un panorama político menos favorable.

Los herederos de Junts per Catalunya son, según la propia patronal, un partido inmaduro y con escaso poder de convocatoria. El PSC, que encabeza el Gobierno de la Generalitat, no comparte la hoja de ruta que Foment había sostenido durante años. Aunque el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha aportado cierta estabilidad a la escena catalana, Foment desearía que se alejara de sus alianzas con ERC y En Comú Podem y buscara un acercamiento más moderado con Junts.

Posibles escenarios y demandas de la patronal

En la visión de Foment, un escenario idóneo implicaría que el PSC y el PSOE se opusieran, como lo hacen los partidos liderados por Carles Puigdemont, a la reducción de la jornada laboral, al aumento de impuestos a las energéticas, a la imposición de sucesiones y a una mayor presión fiscal. Un acercamiento con Junts, según la patronal, permitiría recrear una situación similar a la de los años de Convergència, cuando la alianza con el PNV y el respaldo del PP o del PSC garantizaba mayorías estables en el Parlament.

El actual presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, lleva 23 años como diputado de CiU en el Congreso, lo que le ha valido el calificativo de “nacionalista” por parte de algunos sectores. No es de extrañar que añore los tiempos en que Convergència, junto al PNV, ostentaba la llave maestra de la gobernabilidad tanto en Madrid como en Barcelona.

El procés supuso el fin de esa era. Con la desaparición de CiU, la patronal tuvo que recurrir al Gobierno central, liderado por el PP, para solicitar decretos que permitieran el traslado de sedes sociales de empresas, en busca de seguridad jurídica. Ahora, con la calma política en aumento y el regreso de la actividad empresarial, los partidos que dominan la escena catalana no resultan del todo atractivos para la patronal.

Foment intenta, por una parte, pactar con Junts los grandes ejes económicos que suelen alinearse con el PP y Vox, y, por otra, desea que tanto el PSC como el PSOE abandonen sus alianzas con la izquierda. Sin embargo, la realidad muestra que Junts no está dispuesto a sumarse a mociones de censura instrumentales contra el Gobierno central, que ha adoptado una postura firme contra el independentismo y se opone a la amnistía.

El reciente viaje a Barcelona de Alberto Núñez Feijóo buscó capitalizar una supuesta buena relación entre Foment y Puigdemont para intentar debilitar al Gobierno central. No obstante, los datos de intención de voto indican que el 42 % de los simpatizantes de Puigdemont prefieren a Pedro Sánchez como presidente, lo que complica cualquier maniobra de la derecha española en Cataluña.

En cuanto a cuestiones concretas, la patronal ha recibido el voto de abstención de los partidos independentistas frente a la prórroga de la vida útil de las centrales nucleares, tema que Sánchez Llibre defiende como necesario por razones estructurales. El PSOE, por su parte, ha mantenido una postura flexible, evidenciada en la reciente “ley de multirreincidencia” que beneficia tanto a Foment como a Junts.

En síntesis, la desaparición de CiU dejó a la patronal sin el aliado histórico que le garantizaba apoyo tanto en Madrid como en Barcelona. Aunque Junts representa la única opción de alianza en la actualidad, la falta de una dirección clara y la presencia de otras formaciones con las que la patronal no comparte la agenda económica hacen que la situación siga siendo delicada para los empresarios catalanes.

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