Christian Louboutin: Los jóvenes no quieren ser como sus padres. Y si sus padres utilizan deportivas, ellos van a buscar otra cosa

En el corazón de la capital francesa, a pocos pasos del Museo del Louvre, el despacho de Christian Louboutin destila un “chic” a la francesa que combina historia y vanguardia. El espacio, que alberga esculturas, carteles de cine, libros de arte, objetos de jardinería y, por supuesto, una constelación de zapatos, refleja la personalidad del diseñador de 62 años: una mezcla de descuido aparente y meticuloso control creativo.

El viernes pasado Louboutin inauguró su “Loubi Show”, una fantasía cabaretera que combinó moda, performance y deporte. La puesta en escena, fruto de la colaboración con el fotógrafo David LaChapelle y la coreógrafa Blanca Li, consistió en un partido de fútbol americano disputado en un pequeño pueblo, una propuesta que, según el propio diseñador, buscaba “colocar los zapatos en un lugar inesperado”. El espectáculo resultó tan sorprendente como electrizante, y marcó la primera gran actuación del nuevo proyecto.

Una nueva dirección creativa y la apuesta por el calzado femenino

En septiembre, Louboutin anunció la incorporación de Jen Smith como directora creativa de la línea masculina. Sin embargo, el diseñador dejó claro que esta decisión no implica una retirada del segmento masculino, sino una reafirmación de su foco principal: los zapatos para mujer, su “favorito”.

Durante la entrevista, Louboutin recordó sus inicios en el Folies Bergère, donde, gracias a un amigo del colegio, se coló en los intermedios de los espectáculos y, tras demostrar su entusiasmo, fue aceptado como pasante. “Fue una escuela de escenario y de disciplina que marcó mi visión del espectáculo”, afirmó.

El impulso hacia el calzado llegó cuando un libro de Roger Vivier le fue regalado en la adolescencia. “Me di cuenta de que mi afición podía convertirse en profesión. Empecé a dibujar zapatos a los 11 o 12 años y, en clase, me apodaron ‘el Guy Degrenne de los zapatos’”, recordó.

A los 18 años trabajó para Charles Jourdan en el sur de Francia y, como freelancer, colaboró con casas como Chanel y Saint Laurent. “Me despedían porque quería hacerlo todo. Pensé en ser paisajista, pero la moda tiene una velocidad que no se puede esperar”, confesó.

Hoy, Louboutin mantiene una presencia constante en la producción. “Los zapatos de mujer los confeccionamos en Italia y tengo un apartamento dentro de la fábrica principal. En una semana puedo modificar un prototipo varias veces”, explicó, subrayando su necesidad de estar “muy involucrado”.

En 2021, vendió un 24 % de su empresa a Exor, el holding de la familia Agnelli. “No buscaba un socio financiero, sino un hermano con quien dialogar. Exor me ha hecho preguntas que nunca me había planteado y eso ha sido estimulante”, dijo.

Sobre el icónico “suela roja”, Louboutin reconoce que su éxito va más allá del color. “Siento un gran respeto por las mujeres y eso se percibe. En una exposición reciente, todas las dedicatorias del libro de firmas estaban dirigidas a mí, lo que demuestra la cercanía que la gente siente con la marca”.

El diseñador también analizó la evolución del uso de los tacones. “Antes eran casi obligatorios en ciertos ámbitos; hoy son una opción entre muchas. Cada mujer tiene facetas diferentes a lo largo del día, y la moda debe permitir abrazar esa pluralidad”.

En cuanto a la generación Z, Louboutin observa una búsqueda de identidad y experimentación. “Los jóvenes quieren redefinir el concepto de mujer y no siguen ciegamente a sus referencias. Si sus ídolos usan deportivas, ellos buscarán algo distinto”.

Al preguntarle qué le sigue produciendo mayor satisfacción después de tantos años, Louboutin respondió sin vacilaciones: “Dibujar. Me encanta sentarme en este despacho, nuevo y vibrante, y crear”.

Como concluyó al ser interrogado sobre su motivación, citó a David LaChapelle: “Christian no necesita hacerlo, simplemente quiere”. Esa pasión, según Louboutin, es la que lo mantiene activo y creativo.