El rugido de Le Mans: más de 800 coches históricos reviven en la pista un pasado de poderío y glamur

El sábado a las once de la mañana, el enorme circuito de Le Mans se convertía en un auténtico campamento de amantes de los automóviles clásicos. Entre carpas y vallas, cientos de pilotos y aficionados se reunían para vivir la edición 2025 del Le Mans Classic, el mayor certamen mundial de vehículos históricos que se celebra desde 2002.

Un campamento que parece una feria

Las áreas de los distintos clubes están delimitadas por vallas que separan los campamentos de los aficionados de los de reserva. El recinto del club francés de Austin‑Healey alberga decenas de ejemplares de este icónico modelo, algunos con matrículas francesas, y es el punto de encuentro de Simon y Giles, dos septuagenarios ingleses que han cruzado el Canal con su Austin‑Healey 3000 de 1963 (puertas blancas, capó rojo) para seguir reparándolo a cualquier hora del día. “Vengo desde Poole con esta antigualla; hay que saber cuidarla porque nunca se sabe qué puede pasar”, comenta Simon mientras sirve whisky en vasos de plástico a su compañero.

Alrededor de la zona francesa se pueden observar otros clásicos que recuerdan la historia del motor: Porsche 356, De Tomaso Pantera de colores vivos, Lotus de líneas afiladas, Ferraris con “branquias” de diseño, Aston Martin de la época de Sean Connery y los inconfundibles Jaguar E‑Type. Los visitantes se acercan a los vehículos, abren los capós y toman fotografías como si fueran estrellas de cine, aunque, como recuerda un piloto, “esto es como la Feria de Sevilla, pero con coches de carreras”.

En total, más de 800 coches compiten en la recreación de las 24 Horas de Le Mans, agrupados en distintas categorías que cubren el periodo histórico de 1923 a 2005. Son alrededor de 2 000 pilotos los que participan y, según los organizadores, la edición de este año ha recibido más de 200 000 visitantes durante el primer fin de semana de julio.

Los pabellones privados, llamados “pdocks”, se asemejan a casetas de feria: neveras con cervezas, aperitivos, mecánicos cubiertos de grasa que afinan los bólidos mientras suena música y los aficionados circulan como si estuvieran de adoración ante reliquias vivas.

En el pit lane se destacó el regreso de un Ferrari de los años cincuenta, recientemente restaurado, conducido por la rusa Yulia Timonova. Al salir del coche, la piloto posó con tacones rojos y un jersey de rayas sobre el capó, recreando la pose de una joven Brigitte Bardot fotografiada años atrás. Su marido, el piloto y abogado de Nueva Orleans John Houghtaling, mostró la foto original y la pareja volvió a revivir la escena para los fotógrafos presentes.

Otro modelo que generó expectación fue el Ferrari 250 GT SWB “Brevan”, una pieza única perteneciente al coleccionista austriaco Martin Halusa. Halusa llegó a Le Mans Classic 2025 acompañado de su hijo Lukas, de 34 años, para pilotar el coche. El nombre “Brevan” surgió por la forma inusual de la parte trasera, que recuerda a una furgoneta de reparto. Según relatan, la historia del Brevan está vinculada a un conflicto interno en Ferrari a finales de los cincuenta: ingenieros expulsados por Enzo Ferrari fueron contratados por el conde Volpi, quien creó este prototipo basándose en un Ferrari 260 GT. Volpi lo ingresó a la competencia de Le Mans, donde Enzo intentó impedir su participación alegando que se trataba de un prototipo no homologado. Finalmente, el Brevan compitió y, según los relatos, demostró ser más veloz que los propios Ferraris de la marca.

Sin embargo, el Brevan que circula hoy no es el original. Halusa explicó que el coche original sufrió un accidente en una carrera anterior y, tras la restauración, se decidió construir una réplica idéntica. Esa misma tarde, el piloto Lukas sufrió una avería en la caja de cambios después de ganar la clasificación, un episodio que el propio Halusa describió con humor.

La autenticidad de los coches históricos es un tema polémico. Un piloto anónimo señaló que la mayoría de los vehículos han sido modificados a lo largo de los años, sustituyéndose motores, chasis y componentes clave. “Un coche de carreras histórico no es más que un chasis con número de serie; a menudo solo el bloque del motor permanece original”, afirmó, comparando la situación con el barco de Teseo, cuya identidad se pierde tras la sustitución de sus partes.

Entre los ejemplares menos ostentosos del evento se encontraba un Peerless GT inglés de color azul grisáceo, atendido por Ian McDonald, mecánico y copropietario del coche. McDonald dirige un pequeño taller en Inglaterra especializado en la recuperación de GT antiguos para competición. Junto a él, la piloto Celia Stevens, de 78 años, compartió su visión romántica del automovilismo: “Estos coches son como animales que se despiertan al arrancarlos; cuando conduces de noche en Le Mans, sientes que los espíritus de los que los han pilotado antes te acompañan”.

Un piloto que prefirió mantenerse en el anonimato matizó la visión de Stevens, describiendo la sensación de “tener un cuervo posado en el hombro” durante las largas rectas de hasta seis kilómetros, donde alcanzan los 270 km/h. Reconoció que, pese al ambiente festivo, la competición sigue siendo peligrosa: “Cuanto más antiguos son los coches, más riesgosos resultan, aunque la adrenalina también es mayor”. En la jornada, dos vehículos incendiaron sus motores al arrancarlos, recordando la crudeza del desafío.

El evento también atrae a espectadores y creativos que encuentran en el Le Mans Classic una fuente de inspiración. Unai Ona, un aficionado que trabaja en una gasolinera cerca de Vitoria, recorre el circuito con varias cámaras profesionales para documentar los coches más singulares y enviarlos a revistas de motor. “Él tiene un coche que vale millones y yo solo tengo una cámara vieja, pero los dos estamos aquí por la misma pasión”, comentó.

El pintor Manu Campa, originario de Milán, ha montado un puesto donde vende cuadros de autos clásicos. “No aspiro a ser famoso, pero vivo de la pintura; mis obras aparecen en cientos de miles de seguidores de Instagram y las vendo por miles de euros”, explicó. Según él, la tradición de encargar retratos de objetos preciados se remonta a los tiempos en que los propietarios de caballos encargaban pinturas de sus animales.

En conjunto, la Le Mans Classic 2025 se consolida como un espacio efímero donde coleccionistas multimillonarios, mecánicos apasionados y aficionados modestos comparten una misma obsesión: la preservación y el disfrute de los automóviles que marcaron la historia del motor.

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