Sobre la lista de Babelia: el teatro también se lee
El teatro en España cuenta con una larga tradición institucional que respalda su existencia como género literario. Desde hace 27 años el Ministerio de Cultura, a través de la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura, otorga el Premio Nacional de Literatura Dramática, y en 1984 revivió el Premio Calderón de la Barca, creado en 1950 para autores noveles y convocado por el INAEM.

Con el apoyo de la Fundación SGAE, la Comunidad de Madrid, Cedro y la propia Dirección General del Libro, la Asociación de Autores y Autoras de Teatro organizó este año la 26ª edición del Salón Internacional del Libro Teatral (SILT). En el evento participaron 27 editoriales especializadas en teatro de toda la geografía española, que presentaron sus catálogos y demostraron la vitalidad del mercado editorial teatral.
La ausencia del libro teatral en los rankings literarios
Sin embargo, a pesar de este ecosistema activo, la literatura dramática sigue siendo invisibilizada en los listados de “los mejores libros”. Un ejemplo es el artículo de Babelia titulado “Los 50 mejores libros españoles del último medio siglo” (15‑11‑2025), que incluye novelas, ensayos, poesía y cómic, pero no registra ni una sola obra teatral.
Esta omisión no se debe únicamente a preferencias de los lectores; la novela domina por consumo, pero la exclusión del teatro parece más bien un desconocimiento sistemático. Cuando un investigador revisara la lista y constatara que, entre 1975 y 2025, no se publicó ni un solo libro de teatro “merecedor de la lista”, la conclusión sería alarmante y reveladora de una negligencia del género.
El descenso de la presencia del teatro en los suplementos literarios y la escasa cobertura de reseñas de libros teatrales han contribuido a este olvido. Aun así, la falta de referencias no invalida la pregunta: ¿por qué los compiladores de listas literarias no consideran el teatro como parte integral del patrimonio escrito?
Una posible solución pasa por incorporar a los jurados expertos en dramaturgia. Si los equipos que eligen los libros incluyeran a profesionales con conocimiento amplio y autorizado de la literatura dramática, el trabajo de los dramaturgos tendría las mismas condiciones de valoración que el de novelistas o poetas.
Para ilustrar la producción constante, en 1975 los teatros nacionales de Madrid estrenaron tres obras originales de autores españoles vivos. En 2025, esa cifra había crecido a cuarenta autores vivos que mostraron sus textos en los teatros oficiales de la capital, y la mayoría de esas obras también se publicaron en formato libro.
El teatro, nacido mucho antes que la narrativa, sigue siendo una forma de lectura vigente. Los jóvenes descubren y disfrutan de obras como “Luces de Bohemia” o “La casa de Bernarda Alba” en la escuela, y el público en general accede a los textos tanto en el escenario como en la página.
Ignacio del Moral, presidente de la Asociación de Autores y Autoras de Teatro, subraya la necesidad de reconocer y proteger la literatura dramática, pues su existencia está garantizada por la especialidad de dramaturgia en las Escuelas Superiores de Arte Dramático y su presencia obligatoria en el currículo de enseñanza secundaria.

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