Los berrinches del rey emérito: su opinión sobre el 11-M y las críticas a las leyes de memoria y al juez del caso Nóos

Juan Carlos I ha publicado esta semana sus memorias, un volumen de 507 páginas que ha generado una gran polémica por la cantidad de críticas que dirige no solo a su hijo y a la familia real, sino también al Gobierno actual y a dirigentes de distintas etapas políticas de la democracia española.

En el libro el monarca emérito insiste en que “un rey no debe tener una ideología política”, pero, paradójicamente, dedica amplios pasajes a expresar opiniones sobre asuntos políticos y judiciales que le afectaban a él y a su familia. Entre anécdotas de tono más personal, relata la presencia de un loro con los colores de la bandera española en su residencia de Abu Dabi, su afinidad musical con la banda sonora de El bueno, el feo y el malo y una curiosa comida ofrecida por Hassan II.

Reclamaciones contra el Gobierno y la Corona

Juan Carlos I describe sus “berrinches” con varios presidentes del Gobierno, a los que acusa de “alegrarse” de los ataques que recibe la Corona y de debilitar sus instituciones. Según sus memorias, la decisión de abandonar España en 2020 obedeció al deseo de no dañar la imagen de la Monarquía, pero también señala que la reubicación a Abu Dabi fue impuesta por el Ejecutivo con el beneplácito del actual rey.

El autor atribuye a presiones de La Moncloa la retirada de la asignación de fondos públicos que recibía su hijo tras los escándalos, y califica las investigaciones judiciales como una “caza de brujas” que afecta a toda la familia. Pregunta retóricamente si un Gobierno distinto le facilitaría el acceso a la Zarzuela.

En relación con la transparencia, el rey emérito critica los códigos éticos que regulan los regalos a cargos públicos. Señala que, aunque aceptó una donación de 100 millones de dólares del rey Abdallah de Arabia Saudí, la entrega de dos Ferraris del jeque Mohamed bin Zayed fue rechazada por Patrimonio Nacional y puesta a la venta, lo que describió como una afrenta para el príncipe heredero emiratí.

Juan Carlos también lamenta que la residencia de La Mareta, en Lanzarote, regalada por el rey Hussein de Jordania en 1989, haya sido cedida a Patrimonio Nacional y utilizada por presidentes del Gobierno que, según él, lo critican y debilitan a la Corona.

El libro contiene numerosas menciones a Francisco Franco, a quien se refiere siempre como “general” y elogia por su “prudencia”, “astucia” y “sentido político”. El rey emérito afirma que el país se benefició de las aportaciones del franquismo y que la Transición comenzó de forma subrepticia con la llegada de los tecnócratas al poder a partir de 1962.

Respecto a la Ley de Memoria Histórica, aprobada desde 2007, Juan Carlos sostiene una postura equidistante entre los sublevados y los leales al gobierno legítimo durante la Guerra Civil. Critica que hoy se recuerden más las muertes del bando vencedor y acusa a la legislación de reavivar viejas heridas y de alimentar un clima de polarización que persigue a la Corona.

En el capítulo dedicado al 11‑M, el monarca asegura que el resultado de las elecciones generales de 2004 habría sido diferente sin el atentado, pero no por una supuesta manipulación del PP, sino porque el terrorismo había influido en la opinión pública. Atribuye la derrota del PP a la gestión del atentado y a la percepción de que el gobierno de José María Aznar culpó a ETA antes de que se confirmara la autoría de Al‑Qaida.

Juan Carlos también pide disculpas por la postura de José Luis Rodríguez Zapatero respecto a la retirada de tropas españolas de Irak, describiendo la decisión como una muestra de antiamericanismo que complicó la relación entre Washington y Madrid.

Sobre el caso Nóos, el rey emérito califica las investigaciones como “acoso legal” y sostiene que el juez de Palma de Mallorca buscó notoriedad al implicar a la infanta Cristina. Reconoce los errores de su yerno Iñaki Urdangarín, pero afirma que, por ser parte de la familia real, pagó un precio más alto que otros implicados.

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